sábado, 26 de octubre de 2019

Un galardón resbaloso - microrrelato

Sinopsis


Microrrelato finalista en el Premio Bookers 2019

Un premio literario en Los Ángeles es declarado desierto. A uno de los finalistas, ausente en la ceremonia, pues es de otro país y no pudo viajar, le conceden un galardón de consolación. Ahí comienza el drama porque el envío al destinatario, quien lo espera con ansia, por parte de la persona que lo recibió en su nombre, se vuelve una verdadera odisea al viajar este a su ciudad de origen: Washintong D.C. Luego viene la remisión por correo postal del paquete a Nueva York. Encomienda que le debe llegar en una fecha específica a una tercera persona, de paso por esa ciudad, quien lo recogerá, si le llega a tiempo, de lo contrario, el riesgo de perderse es muy alto.

Historia narrada en versión microrrelato, ¡en solo cien palabras!

Disponible en: https://bookers-app.com/book/0336dcbab05b9d5ad24f4333c7658a0e. En esta plataforma podrá acceder a infinidad de libros para leerlos gratis, además, de ser escritor, podrá publicar sus obras. Anímese, un abrazo literario.
Gracias.

miércoles, 2 de octubre de 2019

El frío del olvido, reseña de Revista Latina NC

"El frío del olvido es una novela de ficción histórica que abarca el periodo de 1886 a 2007, en cuanto a los hechos ahí desarrollados. Sin embargo, cual premonición, se prolonga en el tiempo al menos por dos o tres periodos de idéntica duración al que el cura párroco de Oroguaní predijo, a partir del Sábado Santo de 1918, cuando imprecó a toda la sociedad Mencino.
es precisamente Olegario Arturo Mencino quien antes de cumplir la media centuria de años decidió investigar la razón por la cual su vida ha sido difícil y sin logros significativos, pese a sus denodados esfuerzos. Para ello encontró en Gilda, su desvalida progenitora, una fuente de información que le permitió reconstruir, con fantástica metodología, fundada en el deseo y el desamor, no solo su comprometedora historia familiar, sino la de todo un país sumido en un apabullante letargo económico, moral y político (nostalgia social). Aciago destino propiciado, al parecer, por álgidos y fieros egocentrismos e intestinas idolatrías, rivalidades y guerras partidistas iniciadas desde la mitad del siglo IXX; aún vigentes, aunque mutadas; así como por la acción de la fatal imprecación de aquel ortodoxo cura de Oroguaní, a comienzos del siglo XX, el de la ignominia nacional. Centuria durante la cual casi toda su población se enfermó del alma.
El padre Sarmiento, párroco municipal, al ser objeto de una pesada burla dirigida por Bernardo Mencino, un poderoso y malcriado delfín político liberal oriundo de aquel pueblo, y bisabuelo de Olegario Arturo, le impartió a este la Triada Maldita del Poderoso Tres, con implicaciones sobre su inmediata descendencia y, al menos, hasta el tercer nivel de su influencia política, social y económica.
 Maldición con tendencia pandémica esta que, como lo sentenció ese sacerdote, una vez finalizado el plazo inicial de la imprecación, se repitió y es probable que se repita, no una, sino varias veces, y con mayor desolación, dependiendo de las condiciones morales de la sociedad de cada entonces, cada vez peores, como lo describe y presagia numéricamente el autor.
La historia se desarrolla en su primera parte en Oroguaní, un bucólico pero convulso municipio ubicado al occidente del departamento Central, a orillas del Magdala, el río de la patria, la segunda concluye en la fría y caótica ciudad capital de un país subcontinental, como es citado en la obra. Tiene como hilo conductor, en cada momento histórico de aquella sociedad, los amores y desamores, las penurias y dificultades, así como los odios, egoísmos e incomprensiones de los protagonistas: los marcados Mencino. Todos, con un común denominador: el romanticismo fraguado con la penuria asistencial. Rasgos y características con los cuales cada uno de ellos nace, vive, ama e inexorablemente ofrenda su vida… ¡Todos condenados a morir en el frío del olvido y la inasistencia familiar, social y estatal!
 Marcada fatalidad nacional esta, pese a estar “parados” y tener ancestrales derechos sobre una inmensa y sin igual riqueza vernácula, poco a poco extraída y aprovechada por ávidos foráneos, auspiciados por rapaces gobernantes, tocados funcionarios y avaros connacionales, al cual más, contagiados con la maldición del Poderoso Tres, la Triada Maldita con la que desde el Sábado Santo de 1919 el padre Sarmiento imprecó al gamonal Bernardo Mencino, luego de que este, para vengarse, a su vez, de aquel párroco español, y sentar un precedente de su poderío político, económico y social, amenazado por el reverendo, le hizo una horrenda broma llamada El Grito del Diablo.
Puede decirse que esta es una narración romántica que explica con burlona picardía retrospectiva y preocupante pronóstico, a través de sus paradójicos y desesperados personajes, las posibles razones por las cuales una nación entera, con tendencia subcontinental y presa de nostalgia social: enferma del alma, estaría condenada a reproducir una y otra vez su calamitosa historia, sin posibilidad, quizá, de remediar o salir de la encrucijada; pese a tener a lo largo y ancho de su tropical geografía inmensos e incalculables recursos de toda índole, en particular, de orden natural, geoestratégicos, incluso humanos.


Esta cuarta novela que publica Wilson Rogelio Enciso encaja literariamente con las tres anteriores: La iluminada muerte de Marco Aurelio Mancipe, finalista en el IV Premio Internacional de Novela Contacto Latino (2016) y segundo puesto como mejor novela de ficción histórica en el Premio Internacional del Libro Latino – ILBA – (2019), Con derrotero incierto (2016)Enfermos del alma (2018). Incluso, en parte también encaja con su compilación de narraciones románticas: Amé en silencio, y en silencio muero (2017). Es decir, se aprecia en esta, en El frío del olvido, la continuación de la saga, de doce novelas en total que tiene escritas (ocho inéditas), sobre la historia política novelada, trasfigurada con el pincel de su aguda y afilada narrativa, de un país único en el mundo, pero sumido en su marasmo; en donde sus dispares habitantes, la mayoría sin nada, aunque siempre “felices” y en perenne jolgorio, pese a tenerlo todo, de todo carecen, excepto de imbuido desamor patrio y odio fraterno; sin saber a ciencia cierta la razón del uno, menos del otro. Lo cual, tampoco les importa de manera alguna, así sientan que los afectan y arrastran hacia la anunciada y patrocinada hecatombe nacional; de la que solo unos pocos, los de siempre, han sacado, sacan y sacarán hostigosos beneficios.
Hecatombe social, tal y como la anunció el doctor Uribia Morales, personaje itinerante en todas las novelas de Wilson Rogelio Enciso, y a quien en esta, en El frío del olvido, también se le anuncia que le pasará lo que le tiene que pasar, precisamente durante la elevación en una misa de Estado...
Esencia y temas literarios estos de Wilson Rogelio Enciso que son evidentes y recurrentes, no solo en sus novelas, también, en cada uno de los cuentos, historias y relatos que tiene publicados, entre estos, cinco en Revista latina NC: “Puerto perdido” (mayo, 2019), “Sin padre” (junio, 2019), "Lágrimas sobre París", (Julio 2019), "Elecciones en el gallinero" (agosto 2019) y "Con la esperanza viva" (septiembre 2019), otros tantos en wapttpad.com:  (https://www.wattpad.com/user/WilsonRogelioEnciso) y en Contacto Latino Comunidad Artística: https://www.contacto-latino.com/.

Hay que mencionar que el prólogo de El frío del olvido es una bella pieza poética en prosa impregnada con la magia de la literatura latinoamericana. Este lo escribió Jorge Mario Camacho Sarmiento, galardonado poeta, escritor y periodista colombiano. Ahí el poeta logró hacer una sinopsis muy completa de cada una de las dos partes de la obra: La rural, con sabor a nostalgia campesina y aromoso café, titulada: “Orquídeas en el paraíso”, y la de la fría y caótica penumbra citadina: “Orquídeas en el asfalto”.
La ingente labor de edición y publicación corrió a cargo de Ani Palacios Mc Bride, presidenta de Pukiyari Editores y Contacto Latino, en Columbus, Ohio; prolija escritora peruana varias veces ganadora del ILBA.
Todas las obras del Wilson Rogelio Enciso, y desde luego esta nueva: El frío del olvidoque Revista Latina NC recomienda de manera muy especial, están disponibles en Amazon.com, en todas sus plataformas: Libro de bolsillo (tapa dura), e-Book y Kindle.
El enlace para solicitarlas es el siguiente, recomendando que se afilien a la Biblioteca Kindle de Amazon.com, lo cual les da derecho a leer, sin costos adicionales, no solo las obras de este autor, sino muchas más:
Quienes quieran contactarse con el autor lo pueden hacer por correo a: wrenciso@yahoo.com, mediante sus páginas: wrenciso.com y  https://sites.google.com/site/wilsonrogelioenciso/home o en redes sociales: @wrenciso."

Reseña literaria publicada por Revista Latina NC, Agosto 2019.

martes, 1 de octubre de 2019

Con la esperanza viva



Tal vez fueron más de cien compatriotas cercanos a Ángel los que lograron aferrarse y guarecerse, a su manera, en la impersonal y fría metrópoli, ciudad capital del vecino país que lo acogió. Lo consiguieron gracias a la incógnita, solidaria y desinteresada gestión “diplomática y humanitaria” de aquel espigado cincuentón de oscura tez. También lo hicieron otros tantos que a su vez llegaron con la jalada ayuda de aquellos. Unos y otros aseguraban que a su patria, tal vez, evitarían volver, en tanto el manto de esa nostalgia social, que todo lo cubría y les enfermaba el alma, siguiera empecinado sobre sus praderas, llanos, montañas, selvas y poblaciones… inmensa y rica nación, para entonces, inmersa en el frío del olvido subcontinental.
Quizá ninguno de ellos retorne a su patria, al menos pronto, excepto de paseo, o a visitar a sus familiares y amigos, a no ser que en la mágica Macondo, de un momento a otro, muy posible según los oscuros nubarrones que se anuncian en el firmamento, comience a llover a cántaros, hasta represar sus fieras aguas, para, luego, incontenibles, desbordarse sin control alguno, modificando y arrasando su rica y delicada dermis nacional, subcontinental; como la del país de donde Ángel proviene y es oriundo.
Lo que a Ángel y a sus coterráneos les ocurría, también lo vivieron, no hace mucho, millares de emigrantes cumbiamberos cuando la del Libertador era un destino promisorio, por lo que muchos partieron hacia allá en busca de un mejor futuro. Se fueron a la siga de la esperanza que en su terruño era muy difícil y más que escasa y cara; por la perenne y patrocinada violencia, ahincada por la ambiciosa y discriminante pugna por el embriagante poder que todo lo avinagra. Entonces, allá echaron endebles raíces al son del joropo, como lo intentan y están haciendo acá, ahora, Ángel y sus paisanos.
El rumbo y los protagonistas cambian, no así las lánguidas como corrosivas pasiones humanas, las de aquí, las de allá, las de ayer, las de hoy y, triste como seguramente, las del mañana. Ahora son los coterráneos de Marcos Vargas, con similares dramas y conflictos internos, los atraídos por el bebedizo contra la epidemia del olvido que preparó Melquiades, el gitano aquel a quien José Arcadio Buendía, en cada marzo, esperaba su llegada, muy a pesar de los problemas que esto le generaba con su prima-esposa Úrsula Iguarán.
Ángel nunca se imaginó que su difícil travesía hasta la capital del país vecino la tuvieran que repetir durante los siguientes años, en condiciones aún más complicadas y lamentables, millares de coterráneos suyos, desarraigados, como última opción de sobrevivencia, frente a la voracidad de la desenfrenada y politizada pasión humana. 

 
Cuando Ángel por fin tuvo el tiquete para viajar a su planeado destino, sintió un extraño e inefable alivio. Algo así como una mezcla entre esperanza y recóndito auto exilio. Según su instinto, ese era el camino menos tortuoso y posible si quería que su situación mejorara; por ende, la de su parentela que dejó en su terruño a la expectativa de su incierta aventura.
Inició su andanza para intentar salir de la encrucijada social que prosperó por doquier. Empalizado contexto que sin él saber con precisión el verdadero motivo, de un momento a otro se le volvió insoportable, además de peligroso. Aunque tampoco buscaba o quería entender sus causas. Intuía que así lo supiera, que así se lo explicaran, y él lo entendiera, o quisiera entender, en nada iban a cambiar las cosas. Por el contrario, sería otro motivo para incrementar el sufrimiento y amargarse más la vida. Prefería seguir en la paliativa ignorancia, poner distancia de por medio y confiar en su instinto batallador.
Intentando dejar de pensar en esas cosas que lo atragantaban, guardó el tiquete y buscó una silla vacía para acomodarse y cerrar los ojos. Estaba cansado. Sabía que le quedaba más de la mitad del recorrido hasta el esperanzador destino que acuñó en su mente. Desfallecer estaba fuera de su inventario, pese a ser consciente de tener casi todas las condiciones en su contra. Excepto, quizá, su resolución y empeño, así como la apremiante necesidad de hacerlo.
El bus salía, de ahí, de la terminal de aquella ciudad fronteriza, en unos treinta y cinco minutos. Tenía un hambre atroz. Desde cuando salió de su casa tan solo comió una vez, por el camino. Intentaba a toda costa tasar los pocos billetes con los que emprendió tan incierto viaje, «aunque necesario», se lo repetía para darse aliento.
Además, también se dijo, retomando maquinalmente el incómodo pensamiento anterior, que esa era la única manera, la única esperanza para intentar superar la crisis. Embrollo por el que tanto él como su núcleo familiar atravesaban… y todo su entorno, según la percepción que tenía sobre el desconcierto reinante en su engarrotado país. Calenturienta concepción que su espíritu le decía que ignorara, que le quitara importancia para que no lo fuera a apabullar y lo llevara a la verdadera sin salida en la que estaban muchos de sus connacionales.
Intentó, una vez más, evitar pensar así. Quería concentrarse en su plan. Sin embargo, el sumo de la verdolaga insistía en traerle sus álgidas y calladas concepciones. Quizá fue el sopor en el que lo sumió el clima fronterizo el que lo hizo rumiar sobre el panorama que, según su empírica interpretación y conclusión, en su país todo iba a seguir igual, sin mejoraría a la vista y, tal vez, peor y por mucho tiempo. Recordó que fue ese argumento, luego de pensarlo y explicárselo a su parentela, a su manera, el que lo empujó a tomar la decisión de emigrar hacia el mellizo país, hermanos de historia, corrupción, dolor y sangre. 
Luego de dejarles a sus familiares gran parte de su disminuido patrimonio para que subsistieran mientras él comenzaba a enviar, Ángel partió con unos escasos billetes entre el bolsillo. Dinero que al cruzar la frontera convirtió a la moneda de aquel país, y que tras la compra del tiquete para la capital de este, su destino, «mi primer gasto en tierra extranjera», pensó, se redujo a quince mil pesos, en billetes, más unas monedas de diferente nominación que sumaban tal vez otros dos mil, calculó. En ese momento ni siquiera quiso contabilizarlas, intuía que ahí, estas tampoco sumaban gran cosa.
Tras unos catorce minutos de fieras y  calladas conjeturas, el cansancio iba logrando adormecer su espigado y moreno cuerpo, desparramado sobre una silla plástica, pero la incursión a la sala de espera de una vendedora de jugosos y frescos duraznos lo despabiló. Los ofrecía y exhibía en un canasto de mimbre, tanto en bolsas como sueltos, por unidad.
El perfume, la tersura y lo visualmente provocativo de aquel manjar natural, junto con el coro de sus gruñidos gástricos, se confabularon para que Ángel le preguntara el precio a la mujer, ataviada a la usanza de aquel departamento fronterizo. Ella de inmediato le ofreció y le dijo que el paquete de diez duraznos costaba dos mil. Sin embargo, le insistió, que si llevaba tres de estos, se los dejaba en cinco mil. Oferta que la mujer acompañó con uno que le dio de prueba.
Ángel, sin pensarlo, devoró aquel fruto, agradeciéndole y comentándole a la ventera que llevaba muchas horas sin probar bocado.
—Vengo desde la capital de mi país —le dijo a la ventera—, con destino a la del suyo, en el altiplano… voy a tratar de abrirme paso —y agregó—: y le confieso que solo me quedan como quince mil pesos.


Continúe leyendo este relato, cuyo final es inesperado, en Revista Latina NC