Mensaje
a los estudiantes de la Escuela Secundaria Técnica No.10,
Río
Bravo, Tamaulipas, México,
con
motivo del conversatorio durante la donación de novelas
para su biblioteca.
Que, ¿por qué mis nervios? Esta ocasión es para mí la antesala de la gala para la entrega del mejor de los galardones que amo y más valoro: ser leído por ustedes, jóvenes, quienes constituyen la principal razón por la cual escribo.
Discúlpenme si hablo
primero de mí, ya encajarán el motivo. Provengo de un pueblito de ensueño ubicado
en el centro de Colombia. Villorrio enmarcado y custodiado por un cerro mítico
en forma de triángulo, desde donde se divisa el correr serpenteante y mágico
del río de la patria. Este, tan similar al que corre bajo el puente
internacional, allá a unos cuantos metros de donde ustedes están. Uno y otro
son portentosos afluentes del Atlántico, cada cual cargando al lomo de su apresurado
ímpetu parte de la historia de nuestras naciones, más que hermanas,
socioculturalmente siamesas.
Estudié mis primeros años
en un establecimiento algo parecido a este. En ese entonces llevaba el bucólico
nombre de: Escuela Municipal Urbana de Varones San Agustín. Con el paso de los
años y la reforma escolar se lo cambiaron para acuñarle el del fundador del
municipio. Entonces, quedó como Institución Educativa Departamental Fray José
Ledo.
Muchachos, además de su
música, siento que nos une un sinfín de cosas, que intentaré plasmar en letras.
Por ejemplo, que hay leyendas como la de los túneles de La Casa Amarilla, La
Sauteña, amén de los espíritus de algunos intrépidos que intentaron cruzar el cauce
del río en noches de luna llena, al compás distónico de aullidos lastimeros de
coyotes escondidos en lontananza. De todo lo valioso resaltaré al más caro de los
tesoros que ulula por doquiera… ese que atrapa y encanta a cuanto forastero,
sensible o no, asome sus narices por esa llanura fértil y pletórica de
contrastes, como haberlos, también, en mi Chaguaní del alma, donde nací.
Son incontables los
baluartes que, por doquiera, con gritos de silencio eterno cuentan la historia,
¡la real!, de este icónico y norteño municipio tamaulipeco, a la vez que anuncian
un futuro en imparable y apresurada construcción. Describiré y difundiré de
manera breve, en líneas generales, al más grato y caro de sus tesoros, chamacos.
Me refiero a los simpares
moradores, cuyo gentilicio se ajusta como botón a sayo: ¡riobravenses! Gente aguerrida
y de una casta que lleva en sus genes el ímpetu del ‘Conde Sauto’: don Antonio
Urízar. Por lo tanto, con ese halo en sus miradas de canela profundo, que un
lector de historias, como lo debe ser todo escritor, encontrará, en cada una de
estas, insumos suficientes para tejer infinidad de narraciones mágicas... Narrativa
que ha de tener al personaje y protagonista universal de estos convulsos
tiempos a nivel global: el habitante subcontinental. Personaje universal, no
solo el de este municipio, antaño llamado Colombres, con la huella indeleble en
su bronceada cara dejada por la contagiosa, incurable y cada vez más globalizada
nostalgia social que apesadumbra al mundo.
Personaje universal de
novela social que a diario por sus lares discurre, cuando no es por Cuauhtémoc,
o por la Graciano Sánchez, es por la 5 de Mayo, la 27 de Febrero, la Mariano
Abasolo, por el parque acuático La Garrapata... en fin, por donde quiera, haciéndose
parte indeleble del paisaje municipal, de la geografía humana, tan del norte de
Tamaulipas, como lo son, asimismo, la pegajosa zafra y esos exquisitos tamales
de venado con salsa de chile serrano... ¡que qué delicia!
Pero, nada de lo anterior
alimenta tanto el alma, ni agita la pluma, ¡y de qué gratificante manera!, como
acaece al ingresar y sumergirse en la mar agitada de una escuela, como esta, la
de ustedes, muchachos. Aquí, al igual que en toda institución educativa, la
vida crepita y el corazón del foráneo palpita desbocado al respirar y untarse
de la vitalidad y donaire de sus estudiantes, quienes constituyen el mayor de
los tesoros municipales, del país y del mundo.
Que todos lo sepan, ¡que
lo saben!, pero casi siempre, por esos egocentrismos que gobiernan la sinrazón
de algunos mayores, esto se deja en la rancia gaveta de los peligrosos olvidos sociales.
Cada uno de estos volantones en palpitante edad de formación y aprendizaje, con
inmensas potencialidades emparejadas con sueños y esperanzas apostilladas en
sus corazones, constituye un caudal incalculable para las siguientes
generaciones humanas, ¡de haberlas!, si es que acaso lo permite la ambición
desmedida de los mega poderes que a puño mal gobiernan el mundo. Esta
muchachada es del presente el aval para el futuro, con mayor razón lo será si
desde ahora hace de la lectura sana, y de por vida, su mejor costumbre inspiradora.
Alumnos que por su rol de
aprendices del saber y del quehacer universales son delicado erario. Tesoro
público que los mayores de este, y de todos los pueblos, en especial sus familiares,
docentes, autoridades y ciudadanos, han de saber regar a diario, han de cuidar
y orientar hacia su buen y sano florecer; hacia ese merecido y equitativo nuevo
amanecer: ¡su futuro! El de ellos, que solo es de y para ellos. Puesto que sus
mayores, por la razón que sea, suelen caminar lentos y trémulos hacia El frío
del olvido, Con derrotero incierto, muchos de estos Enfermos del
alma, como Marco Aurelio Mancipe y su iluminada muerte, tal vez por amar
en silencio, esperando partir de igual forma, evocando el zumo del Matarratón,
cuyas hojas verdes, para ahuyentar zancudos, queman al atardecer de los venados
en El valle de las apariciones, fantasmal mundo en el que se vive ahora...
¡y quién sabe hasta cuándo!
Te prometo, Río Bravo, Tamaulipas,
México, que le contaré a cuantos estén a mi alcance... y a un poquito más, así
tenga que gastar mis restos, del gran tesoro que descubrí en tus calles, y en
especial en las aulas de la Escuela Secundaria Técnica No. 10, donde dejo
para su biblioteca escolar dos de mis obras.
Con esto solo pretendo, además de ser leído, que es por lo que escribo, apalancar la formación académica y literaria de estos chamacos, amén de afianzar su capacidad de soñar y viajar leyendo hasta lugares que, de otra manera, quizá nunca pudiesen siquiera llegarse a imaginar.
Muchachos, me tope donde
me tope, siempre estaré a su alcance, a un clic de distancia. Búsquenme, ahí
estaré.
Mis
agradecimientos especiales por hacer esto posible, amén de su colaboración
prestada, para:
los
directivos y docentes de la Escuela Técnica No. 10 de Río Bravo, México,
la
licenciada Edith Hernández Villanueva de la Red Internacional de Autores por el
Arte y la Educación
y el
escritor, periodista y columnista internacional José Luis Ortiz, de España.
Disponible, también, en Revista Latina NC