viernes, 31 de marzo de 2023

Charlas virtuales

 

El Hombre de Mayor Edad (HME), del doble de la su Joven Amigo Virtual (JAV), con nadie más hablaba de aquellos temas… o, tal vez, ¡ninguno le paraba bolas!

—Ni siquiera los trato con los integrantes de mi familia, siempre atareados, por ende, sin tiempo para cruzar palabras, excepto para uno que otro favor… los cuales hago rápido y lo mejor posible para volver a mi escribidera —resopló HME al otro lado del celular.

Con JAV solía conversar vía WhatsApp, por lo general los sábados después de las siete y media de la noche. Era uno de sus escasos conocidos en el mundo de las artes. Creía que aquel joven tenía potencial y proyección en esa compleja mar de los Sargazos. Por tal razón, quizá, era de los pocos a quien le contestaba llamadas o mensajes.

—Me parece que tampoco charla de estos temas con sus excompañeros de trabajo.

—No. Ni de estos aparejos ni de ninguno. La Mayoría se refugia, los que siguen vivos, en el disperso olvido y la inapelable indiferencia que granjea la sentencia capital cuando se llega a viejo… peor para aquellos que se quedaron cortos en semanas de cotización o que la aseguradora se las refundió o invalidó. Esos están más jodidos que cualquiera. Sé que varios todavía andan de informales rebuscándose el bocado diario…

—Disculpe —lo interrumpió JAV para precisar al respecto—, me imagino que se refiere a la jubilación…

—¡Ja, Jubilación! —gruñó—. Este es otro de los tantos eufemismos sociales utilizado para quien, tras entregar su vida al sistema, cualquiera sea el régimen donde le haya tocado arrugar su juventud, deja de ser, no solo productivo para la entelequia esa de la Economía, sino oneroso… ¡Una carga que nadie quiere llevar! ¡Además de ser difícil, lo reconozco!

—Claro, comprendo. Jubilación es la definición que…

—No te preocupes, JAV —le repuso sin dejarlo concluir—. Nombre acuñado este y aceptado universalmente para tal situación, sin dejar de ser eufemístico. Concepto que, como lo consagra la RAE, es una Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante …decirla cual es. Con mayor razón, lo que significa, implica y duele escuchar a quema ropa.

De temas como este, y otros, HME solía charlar a la distancia con JAV. Pensaba que, tal vez, también lo haría, de presentársele la oportunidad, pero a título de cátedra, con algunos de los estudiantes que, durante más de treinta años, orientó en las aulas universitarias.

—¿Cree que se acuerden de usted? —preguntó JAV.

—De pronto… ¡pero no todos! No faltará quien recuerde que pasó muchos fines de semana leyendo y haciendo los trabajos que nunca faltaban por cuenta mía. Así como otros que obtuvieron notas que no esperaban, reclamaron, consideraron injustas y hasta me amenazaron. Algunos, me imagino, tan pronto vieron en el reporte que pasaron la asignatura, se les borró, no solo lo visto en clase, también, mi nombre, gestos, regaños, consejos e infaltables llamadas a lista.

—Se ha preguntado… ¿qué será de ellos?

—Por allá estarán abrumados en sus colocas gastándose sus vidas bajo asfixiantes presiones que, gracias… o por culpa de mis orientaciones académicas, muchos de esos alocados muchachos buscaron y un buen número en semejante esclavitud remunerada cayeron. De donde, como me pasó, solo saldrán cuando sean viejos, si es que llegan a esta dura e injusta etapa de la existencia humana. Que es cuando, mi Joven Amigo Virtual, como el león cuando lo alejan de la manada al perder su capacidad y músculos para proveer seguridad y defenderse, solo espera que lo rodeen y devoren las hienas… y entre más rápido suceda, menos es el padecer y la angustia.

—¿Cuántos estudiantes tuvo?

—Hice ese cálculo hace poco.

—¿Y?

—La cifra de mis exalumnos superó los veinticinco mil, mal contados… tal vez, cerca de los treinta mil, si incluimos cursos remediales, dirección de tesis, asesorías extracurriculares y otras cargas que un docente universitario tiene que hacer fuera del salón.

—¡Impresionante! Se debe sentir orgulloso por ese logro.

—No sé si orgulloso. Esa vez me sentí culpable por la sin salida laboral y profesional a la cual los encaminé y ellos, o al menos la mayoría, tal vez los más aplicados y confiados, siguieron a pie juntillas mis consejos mohosos. ¡¿Cómo no creerle al egregio profesor que quemándose las pestañas para obtener títulos es el mejor camino para alcanzar el éxito y la felicidad?!

Con algo de sorna, también, solía recordar y compartirle a su joven contertulio virtual que, además de medallas e instintivos, entre estas un galardón de la Presidencia de la República, en una de esas universidades le otorgaron una placa de profesor emérito, así como una reseña con las galas de su carrera profesional y docente en un voluminoso libro institucional.

—Mamotreto conmemorativo que por ahí conservo… no sé bien dónde lo puse la última vez que lo desempolvé.

Era evidente que a HME los recuerdos se le comenzaban a difuminar, casi a la par con la acelerada pérdida de la visión y la audición; en concomitancia con el avance implacable de los efectos acumulados en su cuerpo, producto de, entre otras cosas, aquellos tres exquisitos y refinados polvos blancos que consumió toda su vida.

—Dieta universal, JAV, que, junto con otros tantos ‘nutrimentos’ masivos, letales a mediano y largo plazo, pese a ser mortales para la salud, sus poderosas industrias impiden su proscripción formal, mientras los medios, a la caza de pauta nutritiva, los entronizan como ambrosías para los dioses en la voluble e ignara mente del consumidor.

Sumatoria de achaques que lo consumían lenta y paulatinamente, con una o dos grageas, gotas y cucharadas paliativas por cada diagnóstico, agosto al costo de las farmacéuticas, amén de la tosecita que le daba cada vez que hablaba largo.

—Muchacho, desgasté mi garganta y mi vida dando clases en la nocturna, por una parte, así como vigilando con cachiporra el erario para que los amos del Estado no se embolsillaran todo y al menos dejaran lo del funcionamiento institucional —le compartió aquella vez a su contertulio.

Por esta razón, por lo de su voz que se le apagaba cuando platicaba con JAV o durante las contadas entrevistas que daba, mojaba la palabra con agua mezclada con mil de abejas bien diluida.

—Por aquello de la prediabetes… regalo acumulado en mis vísceras, JAV, producto de la ingesta desde niño de uno de aquellos ultra procesados polvos blancos, el salido del trapiche de caña. Tan delicioso, adictivo y perverso como ese otro que les da sabor a las comidas, tal vez porque lo extraen de las aguas del mar o de la corteza terrestre, así como mejor sazón al trillo del trigo y de otros vegetales. Este, el tercero de los venenos exquisitos.

Achaques y situaciones que JAV, quizá, comenzó a notar, sin jamás tocarle a fondo el tema. Aprendió que cuando a HME le preguntaban asuntos que lo incomodaban o de los que nunca soltaba prenda, acudía al estruendoso silencio, su mejor evasión. En ocasiones desviaba la conversación con maestría y elegancia hacia otros montes.

Durante sus frecuentes charlas virtuales JAV comenzó a notar que, a veces, a su amigo virtual de letras lo aquejaban olvidos repentinos, sobre todo de situaciones recientes o en frases que dejaba a mitad de camino y que de pronto retomaba tiempo después. Incluso, que hasta en las siguientes tertulias virtuales se acordaba.

—Discúlpame, muchacho, por esta latencia larga que ahora más que antes me acompaña y se empecina en quedarse a mi lado más de lo que quisiera o necesito —le decía HME cuando esto sucedía.

—No se preocupe, a todos nos suele pasar.

—Me comentabas que hay por ahí alguien a quien valdría la pena escucharle las hazañas de su vida…

—Sí, usted es el indicado para convertir esa historia en una gran novela. Tal vez la número 23… ¿o 24?

—Si le quitamos el adjetivo, sí… sería la 24.

—Le dije a esa persona que usted es el indicado para escribirla… a su estilo, desde luego y si le parece.

—Gracias, JAV, por tener de nuevo ese detalle conmigo. Cosa que te agradezco. Mira que la primera vez que me sugeriste a otra persona para lo mismo, para que la escuchara y le escribiera su historia, esta resultó más que impresionante e interesante. Aunque, para hacerla más movida, le puse lo mío. Por eso lo asumí y, bueno, por ahí tengo la obra terminada, inédita… hasta cuando le llegue su momento para publicarla.

—Sí, lo entiendo. Al final esa persona incumplió parte del acuerdo… Por eso me imagino que la tiene guardada.

—JAV, algo similar me pasó con otro encargo por el estilo, en otro país, en condiciones similares. La persona fuente, cuando por fin interactuamos, no le gustó mi cara flaca ni mis reglas. Entonces, desistió. Esa obra jamás la terminé… quedó en veremos. Diferente a la primera que me recomendaste.

—Espero pronto leer esa novela relacionada con la primera persona que le sugerí. Debe ser interesante, ¿verdad?   

—Es una novela que, pese a tener algunos visos de realidad, es de ficción social. Por lo tanto, cualquier parecido con la realidad…

—Eso es claro, señor: ¡No deja de ser más que una casualidad!

—Así es. Es posible que alguien atisbe briznas de la realidad o que quiera reclamar algo al interior de las páginas de esta en particular o de cualquiera de las otras en general. Esto o aquello otro que esgrima alguien en relación con mis obras, solo sería el producto de su macondiana creatividad, de su imaginación subcontinental. Quimeras, meras quimeras.

—Estoy de acuerdo con usted.

—En todas mis obras, pero en especial en esa que hace un año terminé, inédita hasta cuando sea su momento, así como en la que estoy escribiendo a título referencial, inspirado en tu magno e irrepetible proyecto artístico planetario, amigo de letras, el genio es el pincel de la trasfiguración literaria y el único responsable creador de la magia presente desde el inicio hasta el desenlace. Esa, esta y todas mis novelas: escritas o en desarrollo, ¡van por que van, sea como sea, mi Joven Amigo Virtual! En su momento serán publicadas sí o sí. Estén o no de acuerdo aquellos que sientan que las inspiraron, que les pertenece, que dieron la idea, que se crean parte del elenco o lo que sea. Son novelas de mi autoría exclusiva.

—Lo tengo claro desde antes de haberle sugerido aquel primer proyecto. Esas son sus reglas, no solo las que tiene, también, las que deja expresas con quien sea, antes, durante y después de cada obra, llámela referencial, vocal, de ficción o como sea. Tengo claro, también, su concepto de trasfiguración literaria.

—Con esta, la transfiguración literaria, como lo sabes, desde luego que, si bien es cierto que tomo uno que otro lugar, paisaje, circunstancia social o características de personas del mundo real, al momento de llevarlos al libreto, todo lo difumino y convierto en escenarios, épocas y personajes universales. Es decir, que pueden llegar a existir aquí, allá, donde quiera y que el lector, al dejarlos entrar a su alma, les dará su propia interpretación, personificación, ubicación… ¡contexto!, según sus concepciones o intereses.

—Esto hace parte de su magia. Por eso le propongo la historia de esta otra persona que, me parece, tiene aspectos interesantes, como para una gran novela.

—Por lo general, Joven Amigo, cada ser humano encarna una, varias o muchas historias dignas de plasmar en letras ecuménicas. De hecho, la vida es un carnaval novelado. Lo que sucede es que son pocos los que están dispuestos a plasmarlas sin esperar o cobrar denarios a cambio… Como, ¡triste verdad!, también: pocos los lectores disponibles. ¡Cada día son menos!

—¡Es verdad!

—Por eso, JAV, cuando escucho o leo lo que alguien me comparte, como lo hizo la primera persona que me recomendaste, así no tenga los subes y los bajes que hagan interesante la historia, con la trasfiguración literaria que suelo usar, por intrascendente que sea la información que me llegue, es mi responsabilidad ponerle el chile, la sal, la cúspide, el abismo, la picardía o el anzuelo que engarce al lector.

—Lo sé. Entonces, ¿qué le digo a esta otra persona?

—Primero, esto que te acabo de sustanciar. ¡Son las reglas! Segundo, si le parece y acepta, que una vez tenga el material que me suministre sin compromiso alguno: mensajes escritos, audios, videos, fotos, notas… lo evalúo y, de ser el caso, si pasa este filtro, pueda que lo mezcle con otras historias. Si me gusta la mixtura resultante y es impactante, armo un libreto con cronograma y, dependiendo del turno, comienzo a escribirla. En este momento hay dos por delante, además del proyecto planetario en el que estamos comprometidos, con el cual iremos como hasta mediados del próximo año, es decir, unos quince meses más. Sin embargo, dependiendo de la historia, podría saltarse el turno… Si es que antes el tintineo en mi cabeza o alguna de las otras tres sierpes enchipadas dentro de mi cuerpo no aceleran su infernal chillido o su tarascada letal durante alguna de estas frías madrugadas tropicales. Tú lo sabes, mi querido JAV, ¡biógrafo y legatario literario escogido!

—¡Gracias!, es un honor inmerecido... le digo, no sé si sea el más indicado para alguno de esos menesteres. Sobre todo, el de este segundo encargo, que hasta hoy me manifiesta con abierta claridad.

—Esta fue la única razón por la cual te acepté como amigo virtual hace unos años en mi vida refundida y por demás solitaria. Tú lo sabes y, por favor, disculpa mi franqueza e interés expósito. Fue por ese potencial de gestor planetario cultural que atisbé en ti, que te abrí las puertas de mi Escondite Literario Tropical y de mi pasión tapada: ¡escribir! Por lo cual, desde el comienzo de nuestra amistad virtual te manifesté que tú serías mi biógrafo. Aunque lo reconozco: ¡sí, lo hice de manera solapada! Por ello, entiendo que nunca has querido soltar palabra al respecto y no me extrañaría ni molestaría que jamás lo hicieras.

—Cada vez que usted lo decía, lo confieso… ¡le digo!, la idea no me disgustaba ni la consideraba descabellada. Aunque, discúlpeme, no me atrevería a comprometerme. Menos, ahora, que es para pensarlo y repensarlo con eso de ser su legatario literario escogido. Que, si bien es cierto, ¡le digo!, creo entender, no solo el concepto, también, su comprometedor alcance. Además, la responsabilidad que estos encargos implican me sobrecoge y asusta, ¡de verdad!

—Mira, JAV, entenderé y aceptaré sin reprocharte nunca si, por lo que sea, jamás acoges mis solicitudes. Hace parte de tu libre albedrío, ¡ni más faltaba!

—Cuestión que le agradezco…

—Créeme, te entenderé. Si nunca lo haces, por la razón que sea, ¡no importa!, seguiremos de amigos de letras toda la vida. Incluso, más allá de los adioses del olvido.

—Mi amistad sincera sí está garantizada por siempre, pase lo que pase.

—Sin embargo, JAV, es importante que te diga, aunque sé que lo sabes, que tú eres el único amigo literario cercano que tengo, así sea virtual, en capacidad y disposición de hacerme estos mandados. Eres la única persona en el mundo que conoce, ¡más que nadie!, de mi existencia y obras imperfectas e incorregibles. Tal vez, el único, entre los pocos amigos que tengo y con quien me comunico y le acepto llamadas, a quien le puedo interesar en este esponjoso campo de las letras. Tal y como lo comprobaste en la Internet cuando buscaste alguna referencia mía para incluirme en esa interesante enciclopedia virtual. Te dije que no buscaras porque no toparías nada sobre mí, mucho menos por cuenta de críticos de renombre… ni de ninguno. ¿Qué encontraste?

—Muy poco…

—Eres prudente, JAV. ¡No encontraste nada! Así las cosas, amigo, si no lo haces tú, si no te encargas de mi legado literario, ¿quién más lo haría? ¿Quién en unas docenas de años hablaría y escribiría con conocimiento de causa de aquel ignoto novelista suramericano que a comienzos del siglo XXI pintó con frases la nostalgia de una sociedad camino a la hecatombe? Autor desconocido quien solo quería de pago y premio ser leído, porque para eso escribía y hasta una iniciativa de donar sus libros en todas las bibliotecas del planeta tenía.

—Sí, pero…

—Si no eres tú, mi querido Joven Amigo Virtual, dime: ¿quién se encargaría de esta ilusa manda?

—¡Quizá sus hijos o nietos!

—Mira, JAV, con mis hijos cometí el mismo error de buena voluntad que con mis estudiantes.

—¿Cómo es eso?

—Sencillo. A unos y a otros les repetí e inculqué en la mollera el mismo trillado discurso y los encaminé por la manida senda aquella…

—Se refiere a…

—Que solo el estudio, los títulos y el trabajo estable garantizaban la felicidad y el éxito.

—Pero…

—Como te dije antes en relación con mis estudiantes, JAV, mis hijos me hicieron caso y siguieron el ejemplo que les di. Sí, todos son profesionales brillantes, posgraduados, con trabajos importantes y remuneración por encima del promedio.

—¿Entonces?

—Aunque jamás lo digan, porque quizá ni lo asimilen, les falta aquello para lo cual no les di consejos ni les mostré el camino.

—Se refiere a…

—¡Ser felices!, JAV. Vivir la vida a tiempo antes de que se les haga tarde… como me pasó a mí.

—Pero…

—Ahora ellos trabajan para otros, en multinacionales, por lo que hacen parte de ese amorfo ejército industrial productivo cuyos soldados ni tiempo tienen para disfrutar triunfos, es decir: lo ganado en batallas ajenas. Menos ahora que, por lo de la incubada pandemia, trasladaron sus trincheras de esclavitud laboral a la intimidad de sus hogares. Sí, amigo, sus jornadas de trabajo se mezclan con sus alquiladas existencias las veinticuatro horas. Además, haciéndose cargo de los costos directos funcionales que antes los sufragaba la empresa. Esto, mi querido JAV, sin contar la pérdida de la privacidad e intimidad que las labores empresariales les quitaron a las actividades familiares. Por eso no los culpo si nunca tienen tiempo para este viejo cascarrabias. Menos, si jamás leen mis garabatos. Según ellos, aunque nunca me lo dicen, tras ¡jubilarme! me dediqué a la nada rentable labor de la escribidera para ocuparme y no querer hacer nada más, así como negar que estoy desocupado… ¡un viejo inservible y terco!

—Entiendo, pero… le digo, usted debe asimilar, también, que sus hijos viven nuevos tiempos, otros escenarios, oportunidades, tecnologías… ¡la Internet!

—Sí, debutan a diario en la arena del Circo Romano, amigo, el cual, ahora es interactivo… En cuanto a mis nietos, ellos todavía están en una edad que les imposibilita dilucidar y menos asumir el meollo de este asunto. Quizá sus mentes frescas capten algo del mensaje que les reitero de vez en cuando…

El Hombre Más Viejo hizo un alto. El Joven Amigo Virtual, al otro lado del celular y a más de mil doscientos cincuenta kilómetros lo escuchó suspirar… ¡tal vez llorar!, supuso. Al pasar veinte o treinta eternos segundos en aturdidor silencio, consideró prudente intervenir.

—Se refiere, amigo, cuando les dice a sus nietos que en la memoria del computador guarda los tesoros del abuelo.

—Mis nietos, cuando crezcan, quizá entiendan a qué me refiero con esta frase y la asimilen. Para entonces, o antes, de ser posible, ojalá estés para ayudarlos a desenterrar la huaca… así te hayas encumbrado, como todo parece que acaecerá ¡y pronto! Evita que la altura y el elogio te cambien e impidan seguir llamando los sábados al anochecer.

—Intentaré hacer todo lo que esté a mi alcance en cuanto a sus mandados…

—Espero, muchacho, que al menos logres diseñar la nariz de la efigie con lo tratado en estas charlas virtuales, con el material que has conseguido, cuando no construido, con esas espigas dispersas que hay por ahí y con mis envíos para lo del artículo de la enciclopedia aquella… Sí, dizque para mi aparición en las arenas del nuevo Coliseo interactivo donde dices que mis frases imperfectas e incorregibles debieran debutar... Por todo, posible o no, ¡gracias!

Relato publicado en Revista Latina NC

sábado, 25 de marzo de 2023

Pañuelo, peinilla y plata

 

AEROAMIGOS ESUFA 52 - 22


 Aquel lunes 27 de marzo de 1978 quedó impreso por siempre en las membranas de nuestras existencias.

Cuarenta y cinco años hace de esto y, de verdad, ¡carambas!, es increíble que los que aún quedamos de aquella entusiasmada muchachada lo evoquemos con la intensidad y la emoción de entonces… y hasta más, en algunos casos. Como me ocurre y sé que a otros tantos que me gustaría mencionar les pasa igual. Sin embargo, si digo el nombre de alguno, sería injusto dejar de mencionar el de todos los integrantes de aquellas dos escuadrillas, la D y la E, cada una de tres elementos en las que nos agruparon.

 Ese día, la mayoría acompañados de algún familiar y con una historia social a cuestas, ¡tan parecidas todas!, llegamos maleta en mano con la ilusión y la resolución de dar un paso inmenso hacia la esquiva oportunidad de construir un futuro algo mejor, no solo para nosotros. Sabíamos que nuestros seres amados así lo tenían fincado en sus almas y guardadas esperanzas.

Ellos confiaban ciegamente en nosotros como la base del progreso, no solo del nuestro, también, el del entorno familiar.

Casi todos lo logramos, hicimos nuestra parte en la medida de lo posible… con algunas excepciones pintadas con el ebúrneo pincel de la nostalgia social que, en ese entonces, incluso ahora, se empeña en quitarle el crisol al arcoíris.

Durante esos dos años de academia en nuestra amada e inolvidable alma máter: ESUFA, ¡cuántas historias bonitas, así como otras tantas difíciles se nos presentaron, vivimos, sorteamos! ¡Cuánto aprendimos! Sobre todo, el valor inmortal de la solidaridad que aún nos mantiene unidos, estemos donde estemos, en grupo o en soledad.

De aquella época quedaron infinidad de anécdotas que guardamos en el corazón. Si las contáramos o escribiéramos saldrían cuartillas y cuartillas, además de aguar los ojos con cada una.

Amén de la inspección de los zapatos brillantes, la ropa limpia colocada en cuadro, sin arrugas y la cómoda organizada, llega al recuerdo esa frase que nos decían como requisito para la ansiada y esquiva salida de fin de semana con la maletica azul aquella:

—¡A la vista pañuelo blanco, peinilla negra y plata en el bolsillo!

Aunque hoy parezca fácil este último requisito de salida, para más de uno, en aquel entonces, lo de la plata a la vista era el requisito más complejo. Sin embargo, gracias al préstamo de algún compañero solidario, esto al fin se sorteaba y raudo corríamos hacia la puerta muralla y de ahí al pueblo para abordar el bus que nos llevaba a la ciudad a vernos con nuestros amados familiares, amigos y novias.

¡Ah!, fotografía social de aquella época, indeleble en nuestras almas, de imposible olvido, que nos sirvió para amasar los ingredientes de nuestros futuros. El de algunos más ecuménicos, plausibles, históricos, beneméritos, modestos y hasta recónditos que el de los otros. Pero, eso sí, todos bajo el sello inmortal de la amistad que nos granjeó tal época que, si nos tocara repetir esa etapa de nuestras vidas, seguro que lo haríamos con gusto.

Volveríamos gallardos al crisol donde se fraguó, no solo el sello y el galardón inmortal de los Aeroamigos 52-22, en especial, la esencia de lo que ahora somos y dejaremos de herencia para las nuevas generaciones. 


jueves, 9 de marzo de 2023

Enfermos del alma, Prólogo

 
Julio L. Calderón

En esta su décima octava obra literaria, titulada “Enfermos del Alma*”, que es la sexta de su particular saga sobre un país subcontinental, Wilson Rogelio Enciso una vez más tiene el detalle de llevarnos a bordo de su galeón navegando por los entresijos de su fantasía e imaginación.

Con su acostumbrada maestría, nos presenta a su personaje principal, Rodrigo García Ronderos, un empleado de una cervecera que tras jubilarse quiere alcanzar su altruista sueño de toda la vida: llevar la cultura a los lugares más pobres de su país, a través de la literatura.

Hecho que se le trunca a Rodrigo al enamorarse de una bella y mala persona, y que lo lleva a terminar en un psiquiátrico donde se inicia el thriller de esta magnífica obra, colocando el autor en el punto de mira de las multinacionales farmacéuticas y lobbies de este mismo campo.

El autor muestra aquí los oscuros recovecos de estas empresas, sembrando en el lector una duda que ya muchos poseen: ¿Será posible que en un acto de mala praxis algunos laboratorios farmacológicos, con tal de vender específicos medicamentos sobre los que tan solo ellos poseen la exclusividad de creación y venta, inoculen intencionadamente en la población ciertas enfermedades que tan solo pueden ser curadas con los nombrados medicamentos por una simple cuestión de un mayor enriquecimiento personal?

En esta obra tal hecho se hace realidad, viéndose envuelto, sin quererlo, el personaje principal en una trama de políticos corruptos, por lo que es vigilado y perseguido tanto por la agencia de seguridad nacional del país, como por los sicarios de una protegida por el estado cruel organización farmacéutica. Situación que obliga a Rodrigo a asociarse con una serie de personajes, quienes le ayudarán a defenderse de la pavorosa persecución y ataque por parte de los esbirros del estado y la organización.

Gracias a su muy peculiar lingüística y expresiones tan características, el lector puede diferenciar a Wilson Rogelio Enciso de otros autores. Él, con esta novela, se deja acceder con facilidad, por lo que nadie tendrá problema alguno para entender e internalizar lo que en sus páginas habita. Este es un libro que llega a todos. Lo cual apoyo y además defiendo a ultranza en mi particular día a día, pues pienso y creo firmemente que el arte, la cultura y el conocimiento deben llegar a todos por igual, siendo indiferente su riqueza o estatus social. Es por ello por lo que “Enfermos del Alma” será, también, un libro de todos, que es como tendrían que ser la mayoría de los libros.

Prologo de Julio López Calderón, escritor español, autor de: “Caminante peregrino de la libertad”, “Cazador de almas” y “Navegando entre universos de colores”.

* Novela publicada en junio de 2018