Una
vez más la ambición desaforada, ¡sin fondo!, de unos pocos que lo tienen todo,
sin que ni siquiera el todo les sea suficiente, desarropa una de las tres mayores
ferocidades humanas: su proclividad marginal individual autodestructiva.
Propensión contradictoriamente dañina que pernocta en las catatumbas cerebrales
del, al parecer, único ser con intelecto, expresión oral, sentimientos y
capacidad de imaginación en el universo conocido, o al menos en la Tierra.
Propensión
morbosa acentuada y puesta en evidencia y sin miramiento alguno ni control
posible, al parecer, más en unos pocos integrantes de la artera minoría global
aplastante. Casualmente, estos, con casi la totalidad de sus necesidades físicas
(no las espirituales) resueltas y mucho más, incluido el exceso, no solo para
ellos, desde luego, hasta para sus próximas diez o más generaciones… ¡de
haberlas!
¡Egocentrismo
en la máxima y peor de sus expresiones!
Algunos
de estos poderosos intocables lejos están de la conmiseración, por lo que poco
y nada la practican ni les interesa. Por el contrario, se envanecen y celebran
que se sepa y difunda en redes (deletérea telaraña universal) que padecen de esa
enfermiza sensación de lastimar, causarles daño y supeditar a sus caprichos a sus
semejantes y a todo aquello que se les antoje, les caiga mal o sean contrarios
a sus sórdidos como insondables intereses megalómanos. Incluso, se refocilan al
causárselo, autoflagelándose, cuando el asco y la autosuficiencia les inficiona
su ‘lógica’ y orienta su trastabillado andar, petulante actuar y balbuceado
justificar. Conducta execrable cuando se juntan o asocian con pares de igual o peor
calaña y frondío poder para apresurar o asegurar el inicuo propósito y causarle
mayor devastación social y ambiental a la digitalmente atembada humanidad de
estas incipientes décadas del incierto como desaforado siglo XXI.
Manguala
siniestra a la vista, evidente con la sórdida como hedionda repartición
planetaria que algunos de estos señores tan poderosos como contradictorios en
apariencia vienen pactando para apañarse por completo del granito azul del
universo que tenemos en préstamo; sin importarles que en la contienda bélica en
ciernes, acompasada con la apestosa comercial en curso, por ellos anunciadas y
patrocinadas con inimaginables arsenales de destrucción masiva y mercaderías en
general, no solo despedacen para siempre los mercados y a sus cada vez más
famélicos y engrupidos compulsivos compradores, sino al hábitat donde unos y
otros conviven y que necesitan para seguirlo haciendo.
A
lo largo de la fatídica historia humana la mezquindad rapaz de personajes como algunos
de los actuales poderosos intocables se ha puesto de manifiesto con
consecuencias nauseabundas que, precisamente, la historia registra como
holocaustos, crisis y hambrunas desastrosas: ¡hecatombes sociales! Historia que,
aunque es contada y oficializada casi siempre por los ganadores y beneficiados
del desastre, ajustándola a sus frondíos intereses y conveniencias
inescrupulosas, no por ello deja de ser horrenda e injustificable, razón por la
cual debiera servir de ejemplo triste para evitar repetir o intentar emular.
Los
actuales generales transnacionales de la muerte en masa y patrocinadores de la
agobiante desigualdad, so pretexto del bienestar general y la salvaguarda
planetaria, la que plantean lograr mediante aranceles lesivos, bloqueos
comerciales, amañados pactos de apoyo, respaldo y colaboración bilateral
forzada, a la vez que exhiben sus abominables arsenales esparcidos por tierra,
mar, aire y donde quiera sea para forzar la aceptación de sus voluntades y
poderíos, tal parece que están dispuestos a repetir una y otra vez, no solo aquellas
masacres y hambrunas generalizadas entre sus congéneres, también, sabiéndolo,
pretenden arrasar con cuanto ser o cosa sea menester y haya sobre la faz de la
Tierra. Calamidad mundial en la que están empeñados, ¡enceguecidos!, a
sabiendas del cataclismo en ciernes. Tal parece que solo les importa saciar esa
espeluznante sed que les corroe el alma y les obnubila el seso.
Incluso, unos y otros apuestan y construyen claustrofóbicos tubos alargados para instar irse a vivir adonde, precisamente, ¡vida no hay!, habría que ‘fabricarla’; la cual, pese a toda la tecnología, ingenio y riqueza que en ello se invierta, difícilmente tendría la simplicidad esplendorosa que hasta el momento conocemos y que aquí disfrutamos con tan solo abrir los ojos, aguzar los toyos, permitir su roce, así como saborear y oler su impalpable y mágica existencia elemental.
A
esos poderosos personajes se les debe, ¡sí!, reconocer su capacidad y empuje
por lograr tantas cosas y amasar fortunas colosales. Lo deberían seguir
haciendo en pro de su satisfacción y de las fuentes de empleo y atomizadas
oportunidades que con ello han creado por doquiera sea. Señores, ustedes tienen
talento y capacidades para mejorar y engrandecer este mundo y su actual sistema
económico regido por el capital y la mercancía… como lo han venido haciendo. Pueden
y tienen potencial para lograr más y mejores beneficios para la humanidad en
particular, así como para el planeta y la vida en general. Esta, tal y como la
conocemos todavía, no tiene precio ni reemplazo. Entonces, de verdad, que
pretender repartirse el globo: militar y comercialmente, en una triada
geoestratégica, es, además de una odisea innecesaria, prender la mecha del irreversible
caos mundial; esta vez, seguramente, con un desenlace que, tal vez, ni siquiera
ustedes mismos sepan cuáles serían sus fétidos resultados, ni quieran o puedan afrontar
sus insondables consecuencias.
¡Dejen quieto el mapa, señores!
Mejor,
por favor, con tanto poder y recursos que han atesorado, generen más oportunidades
para la mayoría. Patrocinen o al menos permitan que cada persona, donde quiera
sea que se tope, en lo que quiera sea que crea o piense y cualquiera sea su
color de piel u ojos, pueda satisfacer en paz y con dignidad sus necesidades,
¡al menos las básicas! De paso, ustedes aumentarían, aún más, sus respectivas alcancías.
Lo harían ayudando, construyendo, sin destrucción ni daños colaterales.
¿Para
qué la guerra si al final hasta el ganador algo en esta pierde, al menos la profunda
paz de su conciencia? Tengan presente que el remordimiento es al hombre como la
contaminación al mar: daña por dentro, desde lo profundo. Cuando aparece en la
superficie… ya es tarde y no hay cura
alguna para contrarrestar el mal.
Mejor,
permitan o impulsen para que cada pueblo, dentro de sus fronteras, se
autodetermine según sus concepciones e intereses propios. Señores, sus
productos, sus mercancías y empleos generados, mientras sean benignos y bien
intencionados, aquí y allá seguirán siendo bien recibidos, comprados y
consumidos. Dejen que el mercado y las reglas de la oferta sana y la demanda básica
rijan, faciliten y hagan viable el intercambio para la satisfacción de las
necesidades de la gente... ¡del común de la gente!, ¡de toda la gente!
Seguramente
que, con lo que cuesta un misil de perverso alcance, o un tubo alargado de esos
para viajar al espacio, o los artefactos inteligentes de la actual guerra por
aire, mar y tierra, bien podría resolverse gran parte de las necesidades
elementales insatisfechas de un montón de gente por ahí, por doquiera sea.
Trazar
e imponer nuevas fronteras, con filudas y electrificadas serpentinas
egocéntricas, además de ignominioso es peligroso.
¡Ustedes
lo saben!
Es
un error histórico, amén de amenaza letal, pensar en mercados aislados y
excluyentes, así sea al interior de, por ejemplo, las tres mega plataformas continentales
como las que se vislumbran: La de la Gran América, de Alaska a la Patagonia,
incluyendo sus cuotas partes europea y africana; la del Asia esteparia con pellizcos
de la Europa que añoran y su respectivo cuñete africano; y la de la expandida Asia
indo pacífica con una facción de la vieja Europa y sus puntas de lanza ‘normandas’
en el resto del mundo, incluidas en las otras dos.
Señores,
esta nueva escisión planetaria lejos está de frenar la ambición de algunos
pocos de quererlo tener todo y más, y de ser los mases sobre los demás
mandamases, así en sus madrigueras recién hayan acordado lo contrario para
repartirse en tres la tarta. Tampoco resarcirá la precariedad de los sin nada o
casi nada de seguir con tal asfixia y angustia por lo que ustedes hagan o
decidan hoy, mañana o trasmañana. Estos (las desbordadas mayorías globales y actuales)
están dispuestos a migraciones impresionantes y luchas carniceras reivindicatorias
donde quiera sea que lleguen, estén o sean llevados, mientras les gruñan de
hambre sus tripas y las de los suyos; peor, si saben que pueden ser objeto predeterminado
de los misiles ‘inteligentes’ de quienes quieren su desaparición o sometimiento
a juro, con o sin motivo alguno.
El
hambre masiva, siendo esta la segunda ferocidad humana y arma letal y única de
los sin nada o casi nada, es una apestosa ojiva, tan embrutecedora e
incontrolable como las apestosas biológicas que de vez en cuando los generales
de la muerte, a orden de sus mandamases, dejan escapar de sus laboratorios de
guerra.
La hambruna hace que el individuo se crea capaz de arrasarlo todo a costa de su propia vida y la de los suyos. Por lo que, por instinto vengativo destructivo, tercera ferocidad humana escondida pero latente, lo primero que hará, lo cuenta también la amañada historia, será derribar los muros que sean necesarios hasta penetrar los refugios blindados de los orondos poderosos, donde quiera sea que se guarezcan o agazapen, así estén protegidos por ejércitos, hasta ese momento leales… a la paga (la que nunca es suficiente), no a los ideales, causas y ambiciones de sus respectivos patrones, ‘reyezuelos’ y amos del momento.
Estos
apertrechados y entrenados alfiles asalariados son, también, seres humanos presos
de las tres ferocidades aquellas. Por lo tanto, ante la oportunidad de echarse
al bolsillo algunos reales extras y hasta de arañar uno que otro escaño social
o institucional, amén del desquite refundido contra sus impotables amos, no
dudarán en agarrarlos y arrastrarlos hasta la Bastilla y postrarlos en la
guillotina, sin que les importe (¡qué les va a importar si hasta ese momento no
han tenido más que su precariedad, inquina y voracidad amordazadas!) que en tal
debacle todo se vaya al traste, o se mejore, o se empeore, o hasta mueran
muchos o todos en la incierta zarabanda reivindicatoria. En el fondo de sus
maltratadas almas… no les importa ni tienen claro si ganarán o perderán. Solo
dirán: “¡Pa’ las que sea!”
Cuando
llegue el momento de la efervescencia global, la adrenalina social, mezclada
con hambres y rencores, más que guardados: ¡enfuertados!, hará las veces de
combustible incontrolable. Este por doquiera se esparcirá y hará arder, no solo
las covachas de aquellos, también, las onerosas soluciones de interés social y
las minúsculas celdas habitacionales financiadas a insolutos saldos de la media
poblacional. Entonces, hinchará los corazones y estómagos de la desbordada mayoría
mundial, cansada de la afilada geoestrategia controlada desde tres o cuatro
fortines ubicados en algún lugar de América, Europa y Asia, siempre en función
de los pocos de siempre.
Si
la primera ferocidad humana pernocta en las catatumbas cerebrales de cada
individuo, la segunda lo hace en su ulcerado estómago, que, al mezclarse con la
tercera y otras tantas, impregnadas en cada una de sus susceptibles y
canceradas vísceras, exacerbarán las ojivas comportamentales de la devastación
de todo a su alrededor. Así las cosas, algunas de las refundidas y engavetadas contradicciones
del actual sistema económico y sociocultural podrían reeditarse y ponerse de
moda o dar paso a uno nuevo, desconocido, incierto... con pronóstico reservado.
Ustedes
lo saben, lo han estudiado o al menos algunos de sus doctos asesores de nómina les
habrán comunicado o enseñado que en cuanto a conmiseración y convivencia
inteligente (léase equilibrada) es poco lo ganado el haber pasado del
salvajismo primitivo al esclavismo, de este al retrógrado feudalismo que mudó
hacia el novel capitalismo en el que estamos atrapados. Regímenes todos, en
esencia similares en cuanto a sus formas de producción y escabrosas relaciones
sociales, no en las nomenclaturas usadas en cada uno. En uno y otro hay
dolorosas semejanzas en cuanto a tenencia, poder, comportamientos y
sometimientos desequilibrados. Por lo tanto, al entuerto actual, pese a todo,
si no es para mejorarlo, sería mejor no hurgarle las verijas al oso, así ahora
parezca estar dormido y ser inofensivo.
Por
esto y mucho más, si no es para salvaguardar el medio ambiente y optimizarle la
vida a cada persona, doquiera sea que viva, piense en lo que piense, crea y
pertenezca a la raza que sea, mejor, por favor, ¡dejen quieto el mapa, señores!