lunes, 31 de enero de 2022

Libro abierto

 

¡Ay, amor!, cada página de mi existencia es de tu dominio, incluso lo escrito antes de nuestro idilio. Lo aquí plasmado, cuando no es que en mis ojos de antaño los has leído, sé que en las heridas de mis añoranzas lo has percibido... y lo que de pronto no, de mis labios ha brotado cada que lo has pedido.

  Bien sabes, amor, que hasta el día que juntamos nuestros destinos mi camino lejos estaba de ser el jardín de las alegrías... y lo reconozco: aunque no en todo en mucho he fallado, como seguido te lo he contado; y te lo volveré a decir si me lo pides otra y otra vez, aunque al reiterarlo me embargue la melancolía.

Antes de ti a la vera del camino, y no pocas veces por doquiera, como bien sabes, me tropecé con filudos guijarros y espinas fieras. Algunos de aquellos, y sobre todo estas, al encontrarnos persistían adheridas a mi piel y caminar difícil me hacían, incluso respirar con tranquilidad me impedían...

Eso fue hasta cuando llegaste tú y de un buen número de estas y de aquellos me ayudaste a despejar. Entonces, mi paso de nuevo fue seguro y mi caminar erguido al ir de tu mano firme cogidos, por lo que la esperanza y las metas a nuestros ojos volvieron.

¡Ay, amor!, sabes que ahora lo único que me importa es tu presente y ese futuro hermoso en construcción para nosotros... aunque no del todo fácil.

Mi pasado consignado en el libro de mi vida para ti siempre abierto ha estado. Disponible, sin pretender esconderte nada, porque nada tengo que ocultarte, mucho menos vergüenzas... de esas que la gente suele decir que son inconfesables. Que si las hubiera... también te las hubiese compartido para evitarte el dolor de saberlo por casquivana o malintencionada boca ajena.

Mi vida es un libro abierto para ti, con tal de jamás quebrantar la chispa del amor y la confianza que nos prendó. Esa pasión que, por la misma razón, quiero mantener incólume sin acometer jamás, a no ser que sea por voluntad tuya, querer siquiera leer ni una brizna de tu ayer.

De ti me importa saber y necesito entender tan solo a partir del instante mismo cuando te conocí. Te amo así, sin saber ni pretender averiguar tu historia antes de mí. Porque, haya sido lo que haya sido fue lo que te condujo hasta aquí para mostrarme la senda que me facilita dejar en el olvido ¡mi pasado sin ti!, que más que triste ¡fue sufrido!

Disponible en Revista Latina NC


lunes, 3 de enero de 2022

La otra banda

 



De ida el guía nos dijo que aquel lugar era La Otra Banda. En ese momento algo de curiosidad me causó tal denominación. Sin embargo, con la mente puesta en mi propósito de llegar a la Biblioteca Municipal de Higüey, en la provincia de La Alta Gracia, destino literario de ese día, pronto lo olvidé.

De regreso vi la valla con el nombre a la entrada del caserío. Cada letra tenía impresa una foto alusiva a la región. En unas se resaltaba la caña de azúcar y las paredes de bambú de las casas. La letra B lucía una vaca blanquinegra y en las otras aparecían platos típicos, manjares y productos.

En ese momento el guía se empeñaba en justificarnos el motivo por el cual no le gustaba el fútbol, según él, por lo de los empates, diferente al deporte de su fascinación: el beisbol, en el cual siempre hay un ganador, así se tenga que alargar el partido lo que sea menester.

Vuelta mi curiosidad no aguanté y le interrumpí su disertación deportiva:

—Franklin, ¿me puede explicar, por favor, la razón por la cual este caserío lleva un nombre tan particular, ¡enigmático!, como lo es casi todo en la isla?

—Hace muchos años, cuando por aquí solo había uno que otro rancho, algunos vinieron y se robaron un marrano enorme. Para podérselo cargar lo sacrificaron. Pero era demasiado pesado, por lo que lo partieron por la mitad para llevarse solo una parte. Cuando llegaron a Higüey alguien les preguntó que dónde estaba lo que faltaba. Entonces, aquellos contestaron que la otra banda se les quedó allá. Desde entonces, este sitio fue bautizado así: La Otra Banda, y así se quedó.