Laderas de Une
Esto escuché en alguna reunión entre paisanos.
De esta participaban el alcalde, el cura párroco, de aquel entonces, y algunos
conciudadanos convocados para la ocasión:
—Bueno, a todas estas: ¿qué es lo mejor de Une?
—preguntó uno.
—Lo mejor de este pueblo es su gente que es
buena gente —respondió alguno.
—¡Gente que por todo lado y a toda hora se
reproduce!, dice mi esposa —agregó otro.
Comentario que al unísono despertó carcajadas
concupiscentes entre la mayoría de los concurrentes a la cita literaria.
Sin ser nativo de ese bonito municipio de la
provincia de Oriente, a solo 43 km al suroriente de Bogotá, como quien dice, camino
al Llano, me causó gracia el comentario. En mis adentros de inmediato me surgió
la idea de encabezar de esa manera el artículo que me invitaron a escribir
sobre mi visión trocada en anhelo respecto al comercio y al turismo en ese
municipio. Lo consideré pertinente con el tema del encargo, toda vez que,
precisamente, los protagonistas de uno y otro aspecto económico son sus
habitantes, los unenses, tanto los oriundos como los advenedizos, como yo,
desde hace poco más de una década.
Según la RAE, el comercio consiste en la compraventa
o intercambio de bienes o servicios, mientras que turismo es la actividad
o hecho de viajar por placer. Estos conceptos, llevándolos al microcosmo de
nuestro interés, recaen, los ejercen y quienes se benefician son sus
respectivos lugareños. Mejor si, como los de Une, «son buena gente». Puntal
para el crecimiento, desarrollo y disfrute de la comunidad a partir de sus
recursos disponibles. Los cuales, allá en las laderas de Une sí que los hay.
Pero que a veces, por su abundancia y exquisitez, porque siempre han estado
ahí, poco se les mira, mucho menos se les admira ni son tenidos en cuenta como
debe ser: un potencial municipal insospechado escondido a la vista de todos.
La temperatura media es de 16 °C, ideal para estas dos actividades económicas. Sin embargo, este enclave de prodigios naturales cuenta con casi todos los pisos térmicos, desde el brumoso y apasionante páramo, portal del más grande del mundo, ¡el Sumapaz!, pasando por el fecundo frío, el amañador templado y hasta el ventilado caluroso sobre la margen de su rumoroso río, tributario este del que viene de las cumbres orientales del altiplano.
Hasta el momento el comercio gravita, sobre
todo, en torno a la riqueza agropecuaria de sus bienquistos suelos y climas
variados. De un tiempo para acá, por la cercanía a la ciudad capital, un
segundo renglón comercial se asomó a la vitrina natural que constituye su
estratégico territorio, apuntalado tras la pandemia que lo hizo aún más
atractivo para las viviendas de campo destinadas al descanso, al inimaginado
como esclavizante teletrabajo y al solaz de los jubilados.
Una y otra actividad, la agropecuaria, por doquiera la reina de la economía en estas gratas laderas, más la inmobiliaria para el remanso, vigorizan con el paso de los días el comercio y la hacienda municipal, por ende, el valor de cada metro de tierra, tanto el rural como el urbano, así como la mano de obra que, como reza aquel principio, a mayor demanda se incrementa el precio y motiva el crecimiento de la oferta.
Otras tantas ancestrales actividades, cada día
con mayor participación de propios y extraños, hacen que la vida bucólica de
este municipio mantenga con tendencia creciente su religiosa algarabía, por
ende, que fluyan más ingresos en tiendas, expendios, graneros y en donde quiera
que sea menester el intercambio de bienes y servicios: la razón del comercio. Incluidas
las boticas, como en la ‘Droguería Une’, con más de setenta años de servicio
ininterrumpido e imparcial. Allí no solo han comprado Mejorales para sus
dolamas los rojos, de quien alguien me dijo que ¡Para godos los liberales de
Une!, también, lo han hecho los azules, los verdes, los amarillos y los de
otros tantos lábaros contemporáneos. Esto, porque, como lo dice el párroco en
misa: A todos nos llega el momento de que nos duele algo, ¡porque no somos
Dios! Está probado que todos algo algún día padecieron y hasta esa sala
recepción de la botica de la tía María han ido o enviado a alguien por remedios.
Lo han hecho, incluso, los héroes de acero que custodian la alta montaña, así
como los de su contraparte.
Hablando de la tía María, cómo no incluir su
frase célebre cuando se le pregunta sobre cómo hacer de Une un mejor y próspero
municipio: Que cada unense coloque su granito de arena.
Une, como dicen algunos, quiere decir ‘Cielo’.
Otros, que significa ‘Cosa buena’, mientras que los más apegados a la historia aseguran
que su apelativo proviene de lengua Chibcha, específicamente de los muiscas y que
significa ‘Olla’. Esto, porque era el centro de reuniones del cacicazgo de
Ubaque. Cualesquiera sean sus notaciones, este pueblo de añejo olor, color y
sabor colonial tiene lugares que a veces lo asemejan... cuando no al mismo cielo,
al menos a uno cerquita de este. Eso lo experimentan a diarios tanto propios como
extraños. En uno u otro caso, ¡‘cosa buena’ sí que es! Sobre todo, al momento
de cualquier alimento degustar, salido de esa ‘olla’ humosa y sabrosa que
convoca y atrae, inexorable, a la mesa de la anfitriona, sea en el pueblo, mejor,
todavía, cuando el llamado a comer de la tribu es en alguna de sus campiñas de
ensueño y placer, como califica la RAE el concepto de turismo. Placer de
viajar y vivir que en Une sí que se ajusta por completo a tal contexto.
Hablando de ‘olla humosa y sabrosa’, párrafo aparte merece el restaurante ‘Mis Ollitas´, en pleno centro del municipio. Lugar para degustar las exquisitas viandas de su variada carta o la de sus almuerzos tradicionales que hulen y saben a hogar. Tal vez, porque aquellas dos abnegadas hermanas que atienden el negocio le ponen a su sazón ese sinigual toque familiar imposible de olvidar. Aderezo insoslayable, como la historia y la idiosincrasia lugareña que allá en ‘Mis Ollitas’ se lee e inmortaliza en sus paredes pletóricas de fotos: los anales gráficos de aquel mágico pueblo en ladera.
Si bien es cierto que el comercio en Une es
floreciente, siendo su base histórica el renglón agropecuario, una bendición
del mismo cielo, porque en Une lo que no se da es lo que no se siembra,
como lo dijo aquella pispa señora en una bonita tienda en Combura, este va a
seguir por largo rato su reinado. Sí, Une seguirá (y debe seguir) soportando su
economía en este rubro cuyo sostén, como lo dijo la misma dama tendera aquella,
...casi que la única fuente de empleo es el azadón para el que no quiera
estudiar... los demás se van para la ciudad y por allá se quedan, por aquello
de que el que no sirva pa carga que al menos sirva pa mula.
En Une la diversidad económica es imparable y el comercio está en las puertas del auge, empujando cada vez con más fuerza el broche agropecuario. No solo por la llegada del urbanismo rural con casas de descanso y para el remanso. ¡Que será bueno mientras no sea malo! Verdad de Perogrullo que es menester a tiempo saber entender y normalizar. Sí, que será bueno mientras no le quite a la campiña su encanto. En tanto el perfume y color de estos apacibles campos sigan así, sin alteraciones hurañas, citadinas, rancias. En tanto caminos y veredas sean lo que ahora son, mantengan incólume su estado ancestral y eviten ser convertidos en ese ...encierro triste y gris que implica la contagiosa ciudad, donde ni siquiera aire puro, como el de por acá, se puede respirar con tranquilidad!, como lo afirmó con sabiduría campesina aquel huésped de tierras cercanas a la laguna Chocolate, con quien me encontré, junto a su jovial hijo, en aquel paraje prístino, camino al Santuario y su impactante mirador sobre otra de las tantas y tantas piedras gigantes, mitológicas, esparcidas a capricho de los dioses por toda esta región.
Lajas de impenetrable esencia, casi todas con
mitos a cuestas, como la del cernícalo, donde, cuentan los lugareños, que aquellas
aves la agarran contra los borrachos si se atreven a pasar a pie o en mula por
ahí después de las diez de la noche. Está, también, la del sacrificio. De esta dicen
que los aborígenes sacrificaban ahí a las princesas para evitar tragedias
sociales. Al menos hay cuatro o cinco de estas enormes rocas que llevan el
nombre del Diablo. Cada una con historias similares, como la ubicada junto al
matadero, dejada allí por aquel personaje una noche cuando bajaba jugando al
tejo con ella y lo agarró el amanecer. No falta las dedicadas a la Virgen y a
otras tantas deidades.
El auge del comercio viene de la mano del
turismo. Siempre y cuando los unenses los sepan racionalizar y capitalizar.
Pero, sobre todo, tendrán que asimilar que este renglón económico: el turismo, es
su mayor tesoro escondido a la vista de todos, aunque por doquiera ulula, sobre
todo por entre sus laderas de encanto. Han de trabajar en este, ¡y pronto!, mas
no de cualquier manera, mucho menos entregándose a ciegas a la desaforada industria
turística, como desafortunadamente suele acaecer cuando la ambición le gana a
la razón, cuando la ‘economía’ de unos pocos arrasa los sueños, tranquilidad y
oportunidades de muchos.
—Entonces, ¿a qué se refiere? —se estarán
preguntando.
Hablo del turismo agronómico inteligente. El
que también es rentable sin necesidad de desplazar ni afectar la esencia productiva
del campo, menos, su ventaja competitiva encarnada en sus paisajes, cultivos y
economía agraria. Esta debe dar un salto inmediato de lo químico malsano a lo orgánico
sustentable y saludable.
El turismo para esta región no requiere infraestructura costosa, invasiva ni contaminante. Bastará con compartir con ese viajero culto y respetuoso de la ruralidad lo que el campesino tiene en su finca, casa y eras. No solo este paseandero disfrutará de la hospitalidad que se le pueda brindar en las condiciones de vida normales, así sean humildes, que para él será aventura mágica. También, gozará de las costumbres, los cuentos, la cena, la habitación o la carpa y del calor de la hoguera al anochecer para observar, cuando el clima lo permita, de la película infinita que proyecta el firmamento, o del hechizante baile de la neblina cuando lo abraza todo.
Este turista, cuyo placer es viajar por la
campiña prístina, para nada es invasivo. Por lo general es educado, respetuoso
y amigable del medio ambiente... y también rentable. Este viajero entiende,
disfruta y respeta la esencia de la tierra, de la paz del espíritu, de la naturaleza
rumorosa, de casas y predios bucólicos, de calles puebleras, de veredas y senderos
silenciosos, de fuentes de aguas límpidas, del clima cambiante, de montañas en
perenne coqueteo con las nubes, de historia y geografía ancestrales, de petroglifos
refundidos en cuevas de aventura callada, de vistas simpar, mírese hacia donde
se mire, del paisaje, de la flora, de la fauna arraigada y la viajera, de cómo
se ordeña una vaca, de cómo se siembra, cuida y cultiva la papa, el maíz, el
cilantro, la cebolla... pero, en especial, a ese turista culto le encanta ir adonde
encuentre, además de ese pictórico bodegón que acabo de describir, gente que se
sea buena gente, ¡como la de Une!, cuando se lo propone.
En estas laderas de encanto, tan cerca del
cielo como de la ciudad capital, está todo lo que se requiere para impulsar y
aprovechar el turismo rural inteligente. Quizá lo único que hace falta es
voluntad, ganas de hacerlo para que, además del azadón que es una de las pocas
oportunidades que tienen los jóvenes que en Une se quedan, también tengan esta
nueva herramienta turística, comercial y productiva.
La gran apuesta, entonces, está en el turismo, pero no de cualquier tipo de turismo, ni, de cualquier manera, menos, sin considerar el precio a pagar tarde que temprano. Tampoco, abriéndole el alma municipal al negociante extranjero que todo lo cementa y diseca, con tal de aumentar de manera abismal en el balance la utilidad del ignoto y desafecto inversionista. Si en las manos de aquellos dejásemos este potencial comercial y turístico que es de todos y de cada uno de los habitantes de Une, el azadón o el irse del pueblo continuarían siendo las pocas opciones que tendrían las generaciones en camino.
El turismo agropecuario inteligente en Une debe
ser un tema de política pública municipal, para hacer rentable, aún más, lo que
en cada finca y casa ahora mismo se hace y tiene. Se requiere que la administración
municipal lo asuma como renglón productivo, que lo difunda y apalanque entre
cada habitante. También, que se abra y mantenga vigente el portal del turismo rural
inteligente y se ponga en venta virtual la atractiva oferta de sitios y eventos
que, cuando comience la controlada avalancha de viajeros, estos han de
encontrar que la propuesta es real, que es cierta y segura. Además, que existen
autoridades que las garantizan, blindan y controlan, así como gente preparada para
acompañar al viajero de aquí para allá, de allá para acá. Guías expertos y dispuestos
a llevarlos a esos lugares de mágica estancia, bien sea arriba en el páramo, en
la exquisitamente fría Combura, en el casco urbano o en la cálida Timasita. Que
encontrará, do quiera que vaya el paseante, a una señora de casa gentil y
hospedera, al patrón jornalero contento y a sus hijos dispuestos a brindarle hospitalidad
campesina, como si el turista, más que un huésped, fuera otro de la familia.
Relacionar aquí todos los posibles planes y
lugares que hay por hacer y visitar en estas laderas de Une es un reto, por la
variedad y cantidad de opciones apetecibles. Razón por la cual, además de que cada
casa rural y urbana ha de hacer parte de la oferta hotelera y de los atractivos
municipales, solo resaltaré algunos sitios que, sin lugar a duda, han de ser
incluidos en los planes turísticos y polos de desarrollo de Une, sin mayores
comentarios para que los expertos y conocedores del terreno los describan como
deben salir al mercado.
Paradas
obligadas en Chipaque hay que hacer para observar desde el pueblo vecino la celestial
ladera unense. Una manera bonita para comenzarle a nutrir de ruralidad el
espíritu al viajero. Vista esta que comprueba lo cerca que allí se está del
cielo, que hasta tocar las nubes se puede, amén de ser un lugar de encuentro
con ancestros y compartir olla, doquiera vaya el turista. Descripción a tono
con los dos primeros versos de su himno: ¡Une!, hermano
del sol y del viento / de la calma y de la tempestad... En adelante cada verso es un retrato poético de su realidad
literaria.
Una vez se
deja la autopista al Llano y se toma la carretera Caraza-Une, vía
trazada en 1927 e inaugurada el 17 de diciembre de 1932, hay que hacer unas
cuantas paradas para contemplar paisajes, precipicios, el cambio paulatino de
la flora, la fauna, la caprichosa coloración de la tierra y las enormes y
oxidadas rocas de colores que ornan el recorrido, cuales si fuesen guardines
del imposible olvido que el visitante se llevará entre la pupila y el alma.
En el casco municipal es visita obligada a la iglesia, al parque, a las calles de antaño y a tantas casas del recuerdo. En estos lares, si el turista es sensible, escuchará suspiros y lamentos de los antepasados, quienes, sin ambages ‘ni pelos en la lengua’, le contarán tanto sus glorias como sus pecados.
Además de a ‘Mis Ollitas’, es imperdible la
entrada a las tienditas de en tiempos pasados quedadas y a las de artesanías
donde sobresalen productos elaborados a mano con lana de oveja, así como en
madera y otros materiales. Comprar un palo de arriero de guayabo viejo para los
paseos rurales o de recuerdo del viaje es costumbre, así como un mito de suerte
y arraigo.
El sentarse en las tardes a contar historias del pueblo en los aleros internos de las casas más viejas, de hasta doscientos años, es un espectáculo que el turista apreciará y agradecerá ser invitado. Experiencia e información que atesorará y por el mundo difundirá. Lo que implicará más turistas con deseos de conocer aquel pueblo en ladera, cerca del cielo.
No es posible irse del casco urbano de Une sin
siquiera haber entrado a golosear al menos a una de las olorosas panaderías. En
estas, sus exquisitos amasijos tradicionales antojan o antojan.
Dependiendo
de la fecha, increíbles son las festividades, los carnavales, los retozos, las
corralejas, las cabalgatas, los desfiles, las alboradas, la iluminación
navideña, la fiesta del campesino y su majestuoso día del santo patón.
La casa de la cultura y la biblioteca municipal
son espacios que sin mayores atuendos inocuos dejan entrever la majestuosa sencillez
de sus habitantes. Espacios que hay que dotar para que el visitante encuentre
en estos la voz y el pensamiento de autores y artistas universales.
Un recorrido por la prolija y enternecedora vereda
San Luis le afianzará al visitante su amor y defensa por este frágil pedazo de
universo dado como casa en préstamo a la humanidad.
Por cualquiera de los caminos, carreteras y carreteables que conectan las diecisiete veredas, el visitante se topará con lugares y senderos apacibles plagados de atractivos y vistas espectaculares y únicas. Citaré solo algunos de los más populares que no han de faltar en la oferta turística: La Represa Chocolate, en la mítica vereda La Mesa. El Alto del Calvario y sus relatos de fe, amor, aventuras y paisajes. Los Caminos Reales plagados de historia patria y susurros ancestrales. El Alto de la María, con sus vistas que añoran la gloria. La chorrera, cascada natural que contagia paz y tranquilad, quizá porque su nacimiento es en el Sumapaz.
La vereda Hoya de Carrillos es un lugar que no
podrá faltar, si al ecoturista queremos gratamente sorprender y seguido de
regreso tenerlo.
En la cueva de la piedra El Hueco, lugar de
pictografías increíbles, el visitante se conectará con el ayer, por lo que algo
del presente con aquellos dibujos, quizá, logre entender. Petroglifos con mensajes
que los indígenas de entonces nos quisieron hacer saber... o advertir.
Famosa, de belleza impactante y aventura pasiva
es la Caminata Ecoturística que patrocina el municipio. Esta inicia en el casco
urbano con destino a la represa de Chocolate y al Alto del Santuario, pasando
por el Chuscal y otros lugares espectaculares, hasta regresar al punto de
partida, recargado de aire puro, paz interior y hermandad entre lugareños y
extraños.
Si el turista es sensible a la literatura le han de ofrecer una visita al Escondite Literario Tropical en la vereda Puente Tierra. En aquel mágico y recóndito lugar no solo quedará impactado con las historias que por allá se enterará, sino por los amaneceres, atardeceres y los avistamientos de aves que han inspirado novelas, relatos, cuentos y artículos publicados en diferentes lugares del mundo.
Otro recorrido maravilloso e imperdible es por el oriente del pueblo, típicamente rural, ecológico y límpido. Este se hace por entre un entronque de antiguos caminos de arrieros, algunos aún empedrados que conducen del vecino municipio de Cáqueza a Une. El hirsuto sendero, amenazado por carreteables y placas huellas recientes, bordea por entre el paisaje la margen del río Negro. Región de un agradable clima entre templado y cálido. Casi a lo largo de todo el recorrido se otea, y cuando no, se escucha, la bulliciosa vía al Llano. Paisaje pictórico, con casas típicamente campesinas engarzadas en escarpadas laderas y peñascos de ensueño, adornados por bosques pletóricos de bromelias, orquídeas, disímiles flores y fauna esquiva e inquieta, como todo lo que reverbera en un paraíso tropical, como este, que, además, se ajusta como ninguno al concepto de remanso de paz.
Por el otro lado, al occidente y más arriba del
casco urbano, con algo de grato frío paramuno, El 19 es un portal entre el
pasado y un futuro próspero sinigual... siempre y cuando se sepa explorar y
desarrollar con respeto e inteligencia turística, de la mano de una agroindustria
sustentable que cambie de raíz los tradicionales insumos dañinos por orgánicos saludables
y amigos del ecosistema. Si así lo hacen los sembradores, con el decidido apoyo,
asistencia y políticas en ese sentido que expidan y cumplan las autoridades, el
turista jamás olvidará este sendero de aventura. Lo unenses han de vislumbrar que
ahí está la mayor oportunidad para el desarrollo controlado, inteligente e
integral de su municipio. Esto, no solo por la comercial y escondida proximidad
con las goteras de la capital, sino por la diversidad geográfica y ambiental de
la cual goza este paradisiaco y fecundo hábitat.
Pluralidad de vistas, cultivos y ecosistemas
que el turista inteligente tendrá la oportunidad de conocer y disfrutar desde el
inicio de esta correría en el pueblo, pasando por la vereda Combura... llanura donde
el paseante podrá saciar su apetito con gastronomía sinigual. Si lo desea, siempre
y cuando habiliten con cautela para esto algunos parajes, podría acampar para comunicarse
y comulgar con aquel prístino tesoro ambiental, tan cerca del olvido de muchos,
tan lejos del recuerdo de tantos.
Una vez con el estómago pipo o tras pernoctar
contemplando la indescriptible bóveda celeste, el viajero podrá seguir su
camino, si a bien lo tiene, hacia Potrero Grande en busca del exotérico paso
sobre el río Une. Idílico y mágico puente que habla de mitos engarzados entre
el bien y el mal.
En ese punto, antes, sobre o después del puentecillo de antaño amarillo pintado, el rondador interactuará, quiéralo o no, con leyendas y mitos, sin necesidad siquiera de intérpretes humanos. Esto va por cuenta y gracia de las etéreas como traviesas apariciones, frecuentes por ahí, integradas al edénico paisaje. Que si se les respeta y escucha lo que tienen que contar, sin formar aspavientos ni griterías de susto o amedrantamiento, a unos y otros (buenos y malos) tranquilos al otro lado los dejarán pasar... Eso dicen, no solo las leyendas de los ancestros, cada día más refundidas en el olvido social, también, algo así reza en la doctrina ultrasecreta que inteligencia militar guarda con recelo en el archivo muerto del cuartel general de comando, en su capítulo sobre ‘Historias del Batallón de Alta Montaña’.
Una vez en territorio de la villa vecina, por donde
abundan también los paisajes de remanso y ensueño, el turista, como si no hubiese
sido suficiente el disfrute de la naturaleza, se topará en un santiamén en las
goteras de la capital, a la entrada del túnel de Boquerón. Pero si el vaquiano
es aguerrido y sabe qué recoveco escoger, de un momento a otro aparecerán en una
de las fábricas de agua que sacian la sed de los atafagados capitalinos,
entregados al desgaste de sus cortas existencias.
Esa zona, por donde recorre El 19, como tal vez
lo pensó quien antaño diseñó el camino o lo marcó a lomo de mula, pero que por
el antojo de llegar con demorado afán ahora casi todos prefieren la inconstante
vía rápida de la congestión habitual, dadas sus características y cercanía
escondida con la capital, que ningún otro municipio tiene como tal, es para Une
el mayor atractivo y potencial económico integral. En especial, para hacerle frente
al complejo panorama de la globalización y sus afectaciones a los bolsillos y al
futuro incierto de los productores rurales tradicionales.
Cualesquiera de estos senderos, recorridos o
estancias que haga el turista sensible y amigo de la biósfera, cada día más y
más en el mundo (inmensurable mercado potencial), le brindará, además del
encanto y la magia de Une y su gente, ¡toda buena gente!, un regalo inusual
para que se lleve en las alforjas de su alma y lo difunda por doquiera vaya.
Además, con seguridad y por siempre contará emocionado uno de los secretos
mejor guardados a gritos por estos lados: Que la paz y el progreso entre paisanos
hermanos es posible si unos y otros dejan atrás sus rencores y entre totumas
pletóricas de chicha se perdonan sus recalcitrantes ofensas y mutuos como
reiterados errores sociales. Que en
lugar de a diario pelearse por esto, este o aquello, es por el próspero futuro
de Une y su gente que todos han de apostar y poner su granito de arena,
como lo afirma la tía María en su imperecedera droguería.