sábado, 25 de marzo de 2023

Pañuelo, peinilla y plata

 

AEROAMIGOS ESUFA 52 - 22


 Aquel lunes 27 de marzo de 1978 quedó impreso por siempre en las membranas de nuestras existencias.

Cuarenta y cinco años hace de esto y, de verdad, ¡carambas!, es increíble que los que aún quedamos de aquella entusiasmada muchachada lo evoquemos con la intensidad y la emoción de entonces… y hasta más, en algunos casos. Como me ocurre y sé que a otros tantos que me gustaría mencionar les pasa igual. Sin embargo, si digo el nombre de alguno, sería injusto dejar de mencionar el de todos los integrantes de aquellas dos escuadrillas, la D y la E, cada una de tres elementos en las que nos agruparon.

 Ese día, la mayoría acompañados de algún familiar y con una historia social a cuestas, ¡tan parecidas todas!, llegamos maleta en mano con la ilusión y la resolución de dar un paso inmenso hacia la esquiva oportunidad de construir un futuro algo mejor, no solo para nosotros. Sabíamos que nuestros seres amados así lo tenían fincado en sus almas y guardadas esperanzas.

Ellos confiaban ciegamente en nosotros como la base del progreso, no solo del nuestro, también, el del entorno familiar.

Casi todos lo logramos, hicimos nuestra parte en la medida de lo posible… con algunas excepciones pintadas con el ebúrneo pincel de la nostalgia social que, en ese entonces, incluso ahora, se empeña en quitarle el crisol al arcoíris.

Durante esos dos años de academia en nuestra amada e inolvidable alma máter: ESUFA, ¡cuántas historias bonitas, así como otras tantas difíciles se nos presentaron, vivimos, sorteamos! ¡Cuánto aprendimos! Sobre todo, el valor inmortal de la solidaridad que aún nos mantiene unidos, estemos donde estemos, en grupo o en soledad.

De aquella época quedaron infinidad de anécdotas que guardamos en el corazón. Si las contáramos o escribiéramos saldrían cuartillas y cuartillas, además de aguar los ojos con cada una.

Amén de la inspección de los zapatos brillantes, la ropa limpia colocada en cuadro, sin arrugas y la cómoda organizada, llega al recuerdo esa frase que nos decían como requisito para la ansiada y esquiva salida de fin de semana con la maletica azul aquella:

—¡A la vista pañuelo blanco, peinilla negra y plata en el bolsillo!

Aunque hoy parezca fácil este último requisito de salida, para más de uno, en aquel entonces, lo de la plata a la vista era el requisito más complejo. Sin embargo, gracias al préstamo de algún compañero solidario, esto al fin se sorteaba y raudo corríamos hacia la puerta muralla y de ahí al pueblo para abordar el bus que nos llevaba a la ciudad a vernos con nuestros amados familiares, amigos y novias.

¡Ah!, fotografía social de aquella época, indeleble en nuestras almas, de imposible olvido, que nos sirvió para amasar los ingredientes de nuestros futuros. El de algunos más ecuménicos, plausibles, históricos, beneméritos, modestos y hasta recónditos que el de los otros. Pero, eso sí, todos bajo el sello inmortal de la amistad que nos granjeó tal época que, si nos tocara repetir esa etapa de nuestras vidas, seguro que lo haríamos con gusto.

Volveríamos gallardos al crisol donde se fraguó, no solo el sello y el galardón inmortal de los Aeroamigos 52-22, en especial, la esencia de lo que ahora somos y dejaremos de herencia para las nuevas generaciones. 


2 comentarios:

  1. Estas palabras como el oro pesan y de gran valor , gracias mi amigo y compañero Wilson

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  2. Gracias Hermano por esa hermosa remembranza.

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