AEROAMIGOS ESUFA 52 - 22
Cuarenta y cinco años hace de
esto y, de verdad, ¡carambas!, es increíble que los que aún quedamos de aquella
entusiasmada muchachada lo evoquemos con la intensidad y la emoción de
entonces… y hasta más, en algunos casos. Como me ocurre y sé que a otros tantos
que me gustaría mencionar les pasa igual. Sin embargo, si digo el nombre de
alguno, sería injusto dejar de mencionar el de todos los integrantes de
aquellas dos escuadrillas, la D y la E, cada una de tres elementos en las que
nos agruparon.
Ese día, la mayoría acompañados de algún
familiar y con una historia social a cuestas, ¡tan parecidas todas!, llegamos
maleta en mano con la ilusión y la resolución de dar un paso inmenso hacia la
esquiva oportunidad de construir un futuro algo mejor, no solo para nosotros.
Sabíamos que nuestros seres amados así lo tenían fincado en sus almas y guardadas
esperanzas.
Ellos confiaban ciegamente en
nosotros como la base del progreso, no solo del nuestro, también, el del
entorno familiar.
Casi todos lo logramos,
hicimos nuestra parte en la medida de lo posible… con algunas excepciones
pintadas con el ebúrneo pincel de la nostalgia social que, en ese entonces,
incluso ahora, se empeña en quitarle el crisol al arcoíris.
Durante esos dos años de
academia en nuestra amada e inolvidable alma máter: ESUFA, ¡cuántas historias
bonitas, así como otras tantas difíciles se nos presentaron, vivimos,
sorteamos! ¡Cuánto aprendimos! Sobre todo, el valor inmortal de la solidaridad
que aún nos mantiene unidos, estemos donde estemos, en grupo o en soledad.
De aquella época quedaron
infinidad de anécdotas que guardamos en el corazón. Si las contáramos o
escribiéramos saldrían cuartillas y cuartillas, además de aguar los ojos con
cada una.
Amén de la inspección de los
zapatos brillantes, la ropa limpia colocada en cuadro, sin arrugas y la cómoda
organizada, llega al recuerdo esa frase que nos decían como requisito para la
ansiada y esquiva salida de fin de semana con la maletica azul aquella:
—¡A la vista pañuelo blanco,
peinilla negra y plata en el bolsillo!
Aunque hoy parezca fácil este
último requisito de salida, para más de uno, en aquel entonces, lo de la plata
a la vista era el requisito más complejo. Sin embargo, gracias al préstamo de
algún compañero solidario, esto al fin se sorteaba y raudo corríamos hacia la
puerta muralla y de ahí al pueblo para abordar el bus que nos llevaba a la
ciudad a vernos con nuestros amados familiares, amigos y novias.
¡Ah!, fotografía social de
aquella época, indeleble en nuestras almas, de imposible olvido, que nos sirvió
para amasar los ingredientes de nuestros futuros. El de algunos más ecuménicos,
plausibles, históricos, beneméritos, modestos y hasta recónditos que el de los
otros. Pero, eso sí, todos bajo el sello inmortal de la amistad que nos granjeó
tal época que, si nos tocara repetir esa etapa de nuestras vidas, seguro que lo
haríamos con gusto.
Volveríamos gallardos al
crisol donde se fraguó, no solo el sello y el galardón inmortal de los
Aeroamigos 52-22, en especial, la esencia de lo que ahora somos y dejaremos de
herencia para las nuevas generaciones.
Estas palabras como el oro pesan y de gran valor , gracias mi amigo y compañero Wilson
ResponderBorrarGracias Hermano por esa hermosa remembranza.
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