domingo, 13 de febrero de 2022

Matarratón - fragmentos

 

Video fragmento

Aquel era un pueblo subcontinental con más de doscientos años de seudo independencia, en donde ser bueno y tener principios podría causar problemas... y hasta la muerte, si se persistía en ello.

Fragmento

"El atardecer en el valle del río Revueltas se entregaba, con ociosa resignación, a la voracidad de los impresionantes y hermosos arreboles tropicales que anunciaban, con poético frenesí, el paso inexorable del anochecer, obligando al clima sofocante a presentar sus primeras señales de tregua. La brisa suave proveniente del río invitaba al descanso, así como a la caminata bajo el dulce canto de unas escasas golondrinas. Trino este emitido durante su vuelo rasante y con rumbo permanentemente cambiado en forma repentina por aquellos pájaros diezmados. Pocas aves estas que hacia los años sesenta atestaron el cableado del alumbrado público de las calles y cielos de la ciudad, arrasadas de un momento a otro por la acción depredadora de la administración municipal en procura de evitar que sus desechos ácidos siguieran molestando a los pobladores, a pesar de ser estos los invasores y destructores del hábitat de aquellas, y de muchas otras especies, tanto de la flora como de la fauna, algunas extintas, otras en vías de serlo, ¡inexorable sentencia humana!

Tras caminar con pausa fatigada frente al edificio Saín, Carlos buscó la avenida Primera. En el malecón la brisa era más placentera y acariciaba con suavidad y frescura su rostro, de nuevo empapado por la sudoración. Buscó y encontró una heladería. Subió al segundo piso y se acomodó en una de las mesas del balcón, desde donde se tenía acceso a una vista incomparable y espectacular del río Revueltas. En sus aguas plateadas se reflejaba el crepitar de la luna ebúrnea en cuarto de menguante, coronada por nubes caprichosas y sensuales que tomaban formas difusas y variadas a cada instante. Oleadas sutiles con el indescriptible perfume del bocachico alcanzaban a percibirse, provenientes de la orilla del río, en donde pescadores rezagados llegaban, en embarcaciones pequeñas, con su carga disminuida para la subsistencia diaria. La pesca indiscriminada, en especial con dinamita, cumplió con su depredadora y atronadora labor.

Aquel forastero inusual y solitario le solicitó a la mesera una limonada con hielo y se dispuso a disfrutar del paisaje ensoñador. Descanso y ensoñación interrumpidos de manera más que abrupta. Menos de cinco minutos después de hacer el pedido, el establecimiento fue invadido por una veintena de hombres fuertemente armados, vestidos de civil. Estos exhibían en su brazo derecho brazaletes negros con letras de color amarillo quemado. Ahí se leía: FADCC.  

Desde la mesa que ocupaba Carlos se podía observar un gran dispositivo de seguridad montado por aquellos hombres, tanto en la calle como en el primer piso de la heladería y, desde luego, en el segundo. Tres de aquellos milicianos hicieron presencia en la terraza en donde se encontraba el forastero. Coparon el recinto y se ubicaron de manera estratégica, segundos antes del ingreso del que parecía ser el comandante, como le oyó decir Carlos a uno de estos últimos, cuando aquel arribó y este le manifestó que la zona estaba cubierta y asegurada.

Carlos ni se inmutó. Lo intuía. También lo tenía presupuestado. «Estoy preparado para este y otros encuentros y situaciones similares, mientras esté a cargo de esta espinosa e inútil investigación...», pensó."


jueves, 10 de febrero de 2022

'El Valle de las apariciones - Novela Coral'


 Video de presentación

Además de los variados y cinematográficos escenarios por los que nos pasea esta novela, que van desde el fantasmagórico amanecer sabanero, arriba en el altiplano citadino, hasta las brumosas y ensoñadoras laderas del valle del Magdala, el lector se topará con tres tipos de personajes. En primer plano están los humanos, tanto los de carne y hueso, los reales, como al menos quince que lo hacen de manera etérea, es decir, las apariciones, incluido el espíritu del perro Abejón. Igual papel estelar y con grito de acuarela quejumbrosa le corresponde a la naturaleza, tanto a la amada ruralidad para el escritor protagonista, como la asfixiante y cotidiana vida citadina. La tercera categoría de personajes la encarna la historia de aquel país subcontinental, con énfasis en la turbulenta y caótica de finales del siglo XX y tres primeras décadas del XXI. Cada personaje: humanos, naturaleza e historia social, tiene su parlamento, se expresa, acusa y deja evidente huella a lo largo de la trama.

El escritor solo quería respirar el aire prístino de la ruralidad, además de estar solo para hablar con sus personajes, inventarse otros y aparejar la trama de algún relato nuevo. Para ello aprovecharía la invitación al encuentro literario que le hizo la poetisa de Mi Destino, uno de los pueblos engarzados en las intrincadas y boscosas laderas de aquel valle que, a mitad de país, nutre las aguas del Magdala, el río de la patria. Además, para donar en las bibliotecas públicas de la región algunas de sus novelas de ficción social.

Lo que jamás se imaginó el escritor fue que, en cada municipio y durante aquel periplo que duró tres días, iba a interactuar con unos protagonistas de novela coral que, como salidos de su imaginación, le impactarían sus letras ¡y la vida! con cada una de las historias que estos le narraron, y en las cuales lo involucraron, sin darse cuenta ni poderse escabullir de estas.

La situación se enmaraña cuando, por la otra vía, algo menos enmontada, de regreso hacia la fría ciudad capital ubicada sobre un altiplano prolongado, en compañía de un poeta caribeño, quien también asistió al encuentro literario, compartió con él aquellas vivencias mágicas y este, a su vez, le contó algunas suyas. Durante el recorrido las comentaron, cuestionaron unas, intentaron explicarse otras y hasta justificaron que gran parte de todo aquello desencajaba de la realidad y del buen juicio.

Todo hubiese quedado en la intrascendencia, ¡tal vez!, de no ser porque a los dos, bajo un aguacero agorero, les tocó recoger por ‘encargo’, antes de La Tribuna, en Agua Viva, el último pueblo de aquel peñasco de montaña con vistas al valle del Magdala, a doña Aparición, la mamá de una amiga de la esposa del escritor. Sombra de mujer que, una vez el poeta caribeño se apeó al llegar al altiplano, tras un viaje enigmático, esta desapareció frente al cementerio de Pradera.

El desenlace, insinuado de manera esquiva desde el inicio, ocurre en la sala Gabriel García Márquez de una librería en el centro histórico de la ciudad capital, durante la entrega de un premio que le van a otorgar al desconocido escritor, sin el saberlo. En el transcurso del evento aparecen algunos personajes con los que se topó e interactuó durante la correría por el Valle del Magdala. Pero no solo los reales, los de carne y hueso... allí hacen etérea presencia los diez con los que, tras interactuar con ellos, se esfumaron sin ninguna explicación lógica. Es decir, las apariciones que motivaron y protagonizaron los relatos que le hicieron merecedor de aquel homenaje también quisieron acompañarlo en ese momento de fugaz gloria. Emoción que, además del beso carmesí a distancia de la Bella Morena Triste, le produce aquel percance.