Cipriano y José Juan en
algo coincidían. Cada uno lidiaba desde orillas distintas, aunque del mismo
sedimentado río de la patria, con Dalivimu en la mitad del torrentoso cauce
nacional.
El recuerdo de su carrera
militar le solía llegar al coronel Darío Lisandro Villafuerte Muñiz, Dalivimu,
con imágenes impactantes de bultos con cuerpos encostalados que expelían un
olor patrio color magenta. Alegoría de los muertos a su cuenta, o por órdenes
de señores enconchados en el poder. Evocación que le afectaba el seso desde
subteniente cuando recibió la medalla al valor militar por su ‘primera baja
operativa’, como insistía y así quedó en folios. Él sabía que la verdad era
otra. Esta reposaba en su agenda personal, la que pocos conocieron.
A Dalivimu su carrera
militar y vida se le embrollan al ser llamado a curso de general, como se lo
prometió el doctor Jaramillo Botero desde subteniente. A cambio, solo le exigió
que tenía que mantenerse fiel al Sistema que el padre de este, don Misael, y su
hermano Rufiano, impusieron cuando crearon el celibato político, militar y
empresarial de La Montaña; cuyo objetivo era refundar el país, pero para
legalizar y proteger a juro el incremento desmesurado de sus ganancias, por
sobre cualquier cosa, incluidas las vidas de ciertos insumisos integrantes del
ejército de los sin nada, la mayoría de aquel país subcontinental enfermo
terminal de nostalgia social.
Cipriano afán no tenía, tampoco olvido. Lo movía el desquite, lo caracterizaba su frialdad pasmosa en todo lo que pensaba, hacía y decía. En algo coincidía con José Juan Encino Urrego. Este, el asesor del coronel Villafuerte Muñiz en materia de estrategia y ciencia política, y confidente durante el tiempo que este oficial de la República fue director de prospectiva institucional en el Comando Central.
Novela de ficción social subcontinental y un toque de nostalgia social, además, con un final inesperado tras la voltereta literaria de los protagonistas, por ende, de la trama.
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