‘El Arte – Espejo de un Inmigrante – Historia de Cornelio Campos’, contada por su protagonista y plasmada en letras por Cuquis Sandoval, más que una obra literaria universal viene a ser el mejor y mayor de los murales de este artista, quien se presenta de forma singular:
Soy
Cornelio Campos, nacido en Cherán, Michoacán, de sangre purépecha; mi profesión
es ser pintor de murales; estoy integrado a la cultura de E.U.A. desde hace
algunos ayeres, radico en Carolina del Norte, una ciudad llena de historia y
que ha sido mi hogar y punto álgido como artista.
A
lo largo de los trece capítulos que constituyen esta narrativa, ilustrada con
fotos de rancia como melancólica recordación, el lector irá armando en su mente,
¡inexorable!, ese cuadro, esa pintura de nostalgia social subcontinental que el
protagonista esta vez plasmó, no con pinceles, como lo hace con genialidad y
maestría en lienzos y superficies que atesoran sus obras que tantos
reconocimientos y satisfacciones le han dado, sino con su voz, con palabras que
María del Refugio Sandoval Olivas, reconocida docente y escritora oriunda
de Balleza, Chihuahua, supo convertir en un mural literario universal y que, en
formato libro, Revista Latina NC le entrega al mundo cual legado
histórico, social, económico, político y cultural; como suelen hacerlo sus dos
directivos principales: Edgar Bernal y Citlalitl Ceballos. Adalides
convencidos y dispuestos a brindarles apoyo a los inmigrantes, de donde quiera
sean y estén, para que estos den a conocer su cultura, situaciones,
experiencias o historias de vida, como lo hizo esta vez Cornelio Campos.
Aunque
en el resumen se dice y se limita a: Sus páginas llevan al lector a conocer
la génesis y desarrollo de una familia mexicana oriunda del estado de
Michoacán, del pueblo de Cherán, un lugar con usos, tradiciones y costumbres,
producto de la herencia generacional de sus habitantes, quienes han salido
adelante a pesar de las múltiples problemáticas económicas, políticas y
sociales que han enfrentado…, me atrevería a universalizar el ingente mural
que este artista mexicano pinceló con palabras salidas del su alma y con la
fuerza del corazón de un batallador incansable, como lo es él.
Diría,
sin temor a equivocarme, que lo plasmado en esta obra literaria es universal.
Que tal situación no solo pasó, pasa y pasará en Cherán, Michoacán, la bonita
tierra del muralista. Esta fenomenología social prevalece más allá de México, Centroamérica
y Suramérica, donde, para los sin nada, para los despojados de casi todo,
migrar hacia los Estados Unidos de Norteamérica parece ser la única alternativa
para el cambio, para surgir, para encontrar mejores oportunidades… o para toparse
con ese espejismo, cual incubado sueño surrealista; como otros tantos lo han comprobado
tras dejar la amada patria de muerte herida y a la cual, quizá, jamás regresen.
Migrar…
vocablo que implica dejar el terruño, casi siempre porque su contexto sociopolítico
suele estar plagado de ignominia y lacerante desigualdad legalizada, que jamás será
legítima, así la empasten en constituciones, leyes y normatividades amañadas.
Migrar,
así sea sometiéndose a condiciones infrahumanas; más que vívidas en este mural
literario que nos obsequia Campos, como esa sobre la sumersión en alcantarillas
para lograr ‘pasar al otro lado’.
Para
algunos, los más osados… ¡tal vez!, migrar, entonces, pareciera ser la única
posibilidad de salir de la sin salida a la cual unas élites minoritarias en
cada país subcontinental, tan perversas como poderosas, han sometido a las
paupérrimas e históricamente ignaras mayorías. Las cuales, mejor y más
rentables serán para estos entronados a perpetuidad en el poder, entre más
ignaras y resignadas aquellas sean mantenidas, entre más difíciles les pongan las
oportunidades de educarse, capacitarse o de ingresar a la universidad. Como le
pasó a Cornelio, razón por la cual, aquel muchacho intrépido decidió agarrar
maleta rumbo a California, USA, en un camión del cual conserva el tiquete y que
convirtió en pieza invaluable de museo. En su trashumancia llegó a la casa de
unos allegados que creían en él, en su arte y que lo apoyaban. Pero por su
espíritu artístico y de superación continua, al rato cogió camino hacia Carolina
del Norte, para donde un primo. Allá le tocó trabajar en todo lo que se le
presentó: construcción, electricidad y otros oficios similares, a imagen y
semejanza como lo hizo su padre en Cherán para conseguir lo del bocado de
comida para su numerosa familia.
De
su padre, entre infinidad de ejemplos y enseñanzas que marcaron su derrotero
artístico durante su infancia y juventud temprana, entre innumerables recuerdos
físicos y abstractos que de él lleva a toda parte, está el sombrerito aquel que
su viejo dejó olvidado cuando fue a visitarlo a los Estados Unidos. Artículo humilde,
pero de valor incalculable, que Cornelio trastea a donde sea que él vaya
en honor a su padre y como emblema de su gente, de su raza, de su país, de su
cultura, de su duro pasado, de los olvidados subcontinentales… Olvidados e
ignorados a no ser que sea para escoriar sus territorios y extraer sus incalculables
recursos naturales, renovables y no renovables; o para engancharlos como mano
de obra barata en sus factorías o en sus ingentes campos agrícolas una vez al
otro lado de la frontera.
Si
la figura paterna para este genio del pincel es abrumadora e inspiradora, qué
decir de la inherente a la de su por siempre idolatrada madre y su entorno
socioeconómico, tan singular dentro de lo común y dramático en los países
subcontinentales...
Pero,
para captar la dimensión de tal sentimiento hecho trazo literario, mejor será que
él lo cuente:
…mamá
se hincaba sobre el suelo y remolía la masa, luego formaba una bolita con sus
manos y hacía «testales», (término náhuatl que significa masa para poner)
torteaba redondeando la forma y la pasaba al comal encendido, preparando las
tortillas de maíz más sabrosas que he comido en mi vida.
Esas
imágenes impregnadas de aromas y colores vuelven a mi mente una y otra vez,
puedo visualizarlo preparando los alimentos en ese lugar sorprendente llamado
cocina, donde la magia ocurría una y otra vez, sus sartenes y ollas como
instrumentos y herramientas de cocción, tenían el poder de transformar la
comida más sencilla en un manjar; el aroma que impregna mis sentidos alojado en
un lugar especial de las memorias, sigue prevaleciendo; puedo reproducir en mi
mente, su forma diligente de moverse en ese espacio tan suyo, caminando,
limpiando, dando órdenes, instrucciones y preparando sabrosas combinaciones
producto de esa herencia generacional transmitida por siglos que ha conformado
la cultura gastronómica de mi pueblo.
Mapa
socioeconómico familiar del cual este artista de los pinceles nunca se olvida
ni esconde, tampoco soslaya sus orígenes. Por el contrario, sea donde sea y con
quien sea, enaltece y pone de manifiesto quién fue, de dónde viene, qué le tocó
hacer; además, lo plasma en sus murales de trascendencia planetaria. Señales inequívocas
estas del ser humilde y sensible que se hospeda en su interior y rige sus actos.
Como pocos van quedando, menos, todavía, en los que llegan, no solo a los escenarios
artísticos en general, a toda parte y en cualesquiera oficios que haya en este mundo
gobernado por la amebiana ambición, el egocentrismo desbocado, la transfigurada
insolidaridad y el soterrado afán de causarle mal al prójimo por tan solo el
placer de hacer sufrir, engendrar terror y hasta causar la muerte para su
perverso disfrute; con lo cual, además, se muestran supra poderosos e inexpugnables:
¡Bestialidad civilizada!, siguiente y triste etapa que, tal vez, Maslow a propósito
omitió en su pirámide de necesidades humanas.
En
estas charladas pinceladas Cornelio es, al respecto, más que
circunspecto, sin dejar de ser concreto, un verdadero referente universal para
tener siempre en cuenta. Traigo a colación este otro acápite:
Mis
pinturas, y murales son historia viva, abarcan temas políticos, económicos y
sociales que aquejan al mundo como son: la emigración, fronteras,
discriminación, multiculturalidad, pobreza, falta de empleo, comercio informal,
entre otros: son gritos de atención para quienes dictan leyes y tienen el poder
de cambiar el orden de las cosas; mi voz ya no me pertenece, es de la
comunidad, de mi país, del mundo; clama por reformas migratorias, por mejores
condiciones de vida, por dar a conocer las riquezas culturales de mi país y la
pobreza imperante que es la causa principal del abandono del terruño que nos
vio nacer.
Este
muralista social universal nos dibuja de colorida y charlada manera, aunque a
la vez con dejos evidentes de infinita introspección y pasión, que, en otros
lares, ayeres y mañanas, que en otras latitudes y ‘longitudes’, más allá del
impetuoso Atlántico y del eufemístico Pacífico, la ‘cosa’ suele ser, fue y será…
¡igual y hasta peor! Es cuando, según él (con conocimiento de causa), se
dimensiona el cómo es que se sufre en carne propia el lacerante concepto de ser
un inmigrante en busca de oportunidades en tierras más que esquivas; así se
tenga perrenque en las entrañas y talento en los genes.
Fea
e incurable herida abierta deja la xenofobia. Discriminación dolorosa enchipada
en aquellos por no ser este o aquel del lugar a donde llega o le tocó llegar,
así sea de paso. Dolor inmarcesible, tal vez, solo comparable con las
cicatrices imborrables de la perenne escoriación en la dermis de la patria por
cuenta de, casi siempre, los mismos que allá excluyen y que amos del planeta se
creen. A más que, así actúan, en costumbre se afinca y hasta norma se vuelve
donde sea que estén o se aparezcan.
En
estos… XIII capítulos que encierran a grandes rasgos mi historia de vida.
Cada una de estas páginas reflejan la esencia de mi ser, de mi representación
como una persona inmigrante y de esta aventura que he vivido a través del arte
de pintar… Cornelio Campos logró plasmar, bajo el rótulo de: ‘El
Arte – Espejo de un Inmigrante’, no solo su vida, con un desenlace interesante,
de reconocimientos y satisfacción personal y familiar. También, plasmó a punta
de letras una pintura global, como la de tantos y tantos inmigrantes, que los
hay por millones, algunos pocos ilesos, triunfantes y con algo de suerte, tesón
y mucha disciplina, como en su caso; otros, la mayoría, perdidos en la
lontananza del olvido, en las frías estadísticas oficiales y en el recuerdo ingrato
de sus familiares… por quienes, con toda seguridad, aquellos aventureros emprendieron
ese periplo sin retorno, Con derrotero incierto, cual viaje de ensueño
por el mundo a la siga de un lejano Canto Planetario.
Cornelio aún
va más allá cuando el lector inquieto se adentra y escudriña en ciertos trazos
casi imperceptibles, más que dicientes y picantes, de su inmenso mural
literario; pincelazos a los cuales Cuquis Sandoval le puso a la
exquisita sopa de estas letras el mágico chile jalapeño. Ahí se topa la
historia, no solo de la migración en el mundo de aquellos en busca de esas
esquivas oportunidades en otros lares, sino un espejo de los que, pese a todo,
se quedaron en casa, haya sido por lo que haya sido, ¡qué importa! Estos, casi
todos, incluso el Estado a la siga de cobrar diezmo tributario por sus remesas,
a la espera y necesidad de la buena fortuna del que se atrevió a ‘cruzar’ las
fronteras alambradas, peligrosas, siempre custodiadas e inmisericordes de este
o de aquel otro país boyante y atractivo… que muchas veces resultan ser meros espejismos,
o, peor, todavía: La jaula de oro, como lo cantan con apretado
sentimiento Los Tigres del Norte, haciendo que el inmigrante sienta que
el alma se le arruga y el corazón se le desboca: ¡típica nostalgia patria! Añoranza
que solo se cura al volver al terruño, casi siempre cuando se camina hacia El
frío del olvido. Retorno que no todos logran, solo unos pocos. Sentimiento
este que, entonces, los afectará por siempre, hasta en el más allá.
Hay
otro párrafo en donde, para unos y otros, advirtiendo que en todos y en cada
uno hay enseñanzas de vida, el arquetipo es traslúcido:
He
aprendido que la vida misma es como una partida de ajedrez, se aprende a
utilizar tácticas y estrategias para obtener los resultados deseados; además,
que dentro del caos que existe en el universo, hay un orden; porque el caos es
movimiento multidireccional, que nos lleva a distintas direcciones, aunque no
fueran las que inicialmente habíamos trazado.
Los
ejemplos y legados de este artista michoacano son contundentes a lo largo de su
colorida narrativa. Esto, gracias, desde luego, a la fineza y exquisitez gramatical
que Cuquis Sandoval le imprimió a cada grafo, frase, párrafo, capítulo,
como en este:
Mi
pincel, capta esa herencia cultural que ha logrado sobrevivir a través del
tiempo, rinde homenaje a los ancestros, a su contribución en las usanzas y
costumbres y a su búsqueda de expresión por medio de distintas manifestaciones,
como son las danzas, los ritos y eventos ceremoniales que siguen celebrándose a
través del tiempo.
En
este apoteósico mural literario universal, por demás ecléctico, las pinceladas
inherentes al medio ambiente y su importancia para la humanidad y el mundo también
están presentes:
También
captura los cuatro elementos de la naturaleza: aire, tierra, agua y fuego, y
gracias a las líneas trazadas con delicadeza o intensidad, cada pincelada se
encarga de brindar el colorido e impacto necesario para que el espectador puede
percibir su presencia.
Desde
luego que, para este gigante de los pinceles, como gigante es este mural
literario universal que nos comparte, el agradecimiento para quienes se
encontró a la vera del camino, lo hayan apoyado mucho, poquito o nada, así como
su recomendación para las nuevas generaciones están más que expuestas:
Me
siento sumamente orgulloso de estar inmenso dentro de esa multiculturalidad y
el ser portavoz que representa a una nación, un estado y un pueblo que ha
fusionado su cultura para conformar a este nuevo hombre; me honra el contribuir
en la conciencia de las nuevas generaciones, quienes posteriormente se
convertirán en los ciudadanos del mundo, en dirigentes o constructores de
leyes, en profesionistas o desempeñando ocupaciones que son necesarias para el
desarrollo de la comunidad.
En
esta pintura mayor los amores de Campos tienen sus pinceladas, además de
evidentes, cautivantes:
Cuando
viajé a Carolina del Norte, quedé maravillado por esa travesía a lo largo del
país, conociendo las ciudades aledañas y tratando de comprender el entorno que
estaba explorando.
La
mujer que se convirtió en mi esposa provenía de una clase social mucho más
privilegiada que la mía, sin embargo, jamás olvidé mis raíces ni abandoné
completamente mis sueños, que en ese momento nada tenían que ver con lo que me
deparaba el futuro.
Son
tantas y tantas las temáticas inherentes a la travesía, obra, reconocimientos
más que merecidos, percepción social y literaria que Cornelio nos comparte
en su historia de vida, que, mejor, los invito a sumergirse en esta. Son
ustedes, señores lectores, quienes ahora tienen la oportunidad de disfrutar de este
inmenso mural vuelto letras. De esa manera, cada uno le encontrará el hilo a la
madeja y podrá así, entonces, irla desenrollando a su ritmo e interpretación,
como lo exija el viento de cada uno.
Es
preciso decir que al sumergirse en esta obra universal subyace un riesgo. Sea usted
quien sea, de usted o de quien sea algo en esta lo va a impactar. Le aseguro
que, con esto, con aquello o con aquel usted se identificará. De pronto, hasta tope
un olorcito familiar, si acaso este no resulta ser aroma personal.
Las
pinceladas para cerrar esta nota literaria, al ser esta como un espejo donde
cualquiera puede mirarse, calan hondo, bien hondo, indistintamente sea usted
quien sea y donde quiera sea que se tope su persona:
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