Puerto Perdido
Este relato es mera
ficción,
aunque parezca sacado
de la realidad.
En algún caprichoso recodo, por ahí, a orillas del
bravo río de la patria, el tiempo se detuvo... solo la supurante historia
nacional de las últimas décadas ulula por doquiera, protegida por un enjambre
de insaciables mosquitos, y un calor que seca hasta las lágrimas, incluso antes
de que estas se asomen a las ventanas del alma compungida.
Allá, en ese recóndito paraíso de olvido nacional y
nostalgia social irredimible, me topé en mi literario andar con una joven
estudiante de algún distante colegio público. Odilia del Pilar, por darle
nombre, estaba junto a su madre y abuela... mujeres viudas que encarnan épocas
e historias de vida tan, pero tan subcontinentales, como ignoradas. O, tal vez:
¡escondidas! Nunca se sabe, aunque todos lo griten en amordazado y cómplice
silencio.
Me temo que sus duras vivencias, pinceladas en
calendarios diferentes, se repitan una y otra vez, aquí o allá, por obra y
gracia de las pasiones inflamadas, los odios sin olvido y los apetitos voraces,
¡insaciables!, de algunos pocos que rigen los destinos de una sociedad movida
por fieros resortes invisibles.
En ese alejado paraje ribereño, el cual algún día fue
un poblado con un puerto concurrido, el trepidar de las armas y los gritos de la muerte silenciaron las conciencias de
sus habitantes, y hasta del paisaje. A tal extremo, que dejó de ser pueblo, por
ende puerto, mucho menos concurrido. El paso del tiempo borró hasta su nombre de
los mapas, más no de las molleras de algunos pocos viejos que por ahí subsisten.
Pero, ellos prefieren, también, instar hundirlo en el amargo olvido, mientras
se escabullen por entre los charrascales que se engullen las derruidas
construcciones de antaño. Evitan dejarse ver, con mayor razón: ¡dar
declaraciones! Las que hace poco eran más que letalmente comprometedoras, se
dijera lo que se dijera. Y, tal vez, todavía los sean, ¡nunca se sabe!
El efluvio de la muerte se agazapa entre la maraña
que circunda la vereda, a la espera de una nueva noche de negra gala revestida.
Hoy, solo un batallón de invisibles e infectos
zancudos patrulla las altas e intrépidas pasturas, dispuesto a no dejar que
nadie entre y se entere de la magenta barbarie que por allí ulula, supurante y
lastimera. Visitante que, conmovido, sorprendido u horrorizado, de pronto salga
y le cuente al mundo lo que allí pasó. Es un riesgo que no deja de ser incómodo
para algunos, todavía. Sobre todo, para ciertos poderosos como enconchados innombrables…
Sí, allá, donde el caluroso entorno de aquel rugiente
río nos subyuga con su exótica belleza, prodigio y casi inagotable riqueza
natural; donde la bermeja historia reciente se esconde en cada hoja del charrascal,
de esas que cuando no es que pican, cortan o laceran la piel del esporádico y
arriesgado forastero; allá, en Puerto Perdido, por llamar de alguna manera a
ese recóndito edén hundido en lontananza, vive… o, mejor sería decir:
¡sobrevive! aquella dulce joven estudiante; a más de veinte kilómetros de
distancia de su colegio; quien solo espera que le permitan edificar una nueva,
bonita y prometedora historia. La suya, pero sin ese olor a rabias ni a odios
enchipados en cada recodo del majestuoso río, o entre sus guásimos que lo
vieron y lo saben todo.
Sí, que le dejen construir a Odilia del Pilar un
futuro digno, en paz, sin legadas culpas, sin manchadas como incontrolables
ambiciones, las que les son tan tristemente ajenas... y, sin embargo, al
parecer, le marcan su destino.
Bella joven esta, heredera de un pasado nacional
abyecto, impregnado en su piel canela, así como en esos rizos alborotados que, juvenilmente
coquetos, ondean con la brisa del sedimentado río de la patria, testigo de ese
acontecer infame, imborrable en los rostros de su abuela y de su madre. Desconocidas,
sobrevivientes y valerosas mujeres aquellas, que lo perdieron casi todo durante
esa guerra extraña, y con quienes la sociedad tiene una inmensa deuda por pagar.
Si es que la ignominia social puede ser redimida alguna vez.
Encuéntrelo en: https://www.revistalatinanc.com/2019/05/30/puerto-perdido/
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